La “escalada de la Scaloneta” –por la cantidad y jerarquía de sus títulos- alcanzó una nueva dimensión. La conquista de la Copa del Mundo en Qatar 2022 instaló al equipo dirigido por Lionel Scaloni en el plano de las mayores hazañas del fútbol argentino, emulando lo sucedido en Argentina 1978 y México 1986. Desde entonces, son frecuentes las comparaciones aunque muchas veces no se tiene en cuenta el contexto y los cambios de época: el fútbol de hoy, por la incidencia de la preparación física, los nuevos sistemas tácticos, la globalización, el entorno general (una industria poderosa montada alrededor del deporte), las modificaciones reglamentarias y todo lo que rodea al jugador, incluyendo la cantidad de información, nos indica que estamos ante “otro deporte”. El valor de aquellas conquistas es similar, resaltando que 1978 marcó el comienzo de la Selección como prioridad en el fútbol argentino, la de 1986 mantuvo el concepto –bajo otro sistema táctico- y la más reciente, en Qatar, lo recuperó, después de un período de incertidumbre y desorganización.

Pero si tomamos en cuenta el nivel de juego, la presencia de futbolistas de primera clase internacional bajo el liderazgo del más grande o uno de los tres más grandes de la historia de este deporte como Lionel Messi y la serie de títulos relevantes, la actual Selección Argentina también puede incluirse entre las mejores del fútbol mundial de todas las épocas. O va en camino.

Una primera distinción puede establecerse entre el fútbol previo y el posterior a la Segunda Guerra Mundial. La Eurocopa recién se inauguró a principios de los 60. La actual Copa América, surgida hace más de un siglo, eran territorio habitual de Argentina o UruguayBrasil no participaba ni la atendía con tanta frecuencia- y se concentraba en los países sudamericanos. Actualmente, es una competencia continental, aunque la incidencia de los países centro o norteamericanos es menor.

En muchas de sus ediciones, ni la Argentina ni Brasil presentaron sus formaciones estelares, sino alternativas. Recién en las últimas décadas le dieron un estatus mayor. Y al mismo tiempo, crecieron futbolísticamente otros países como Chile, Ecuador o Colombia. Hasta las décadas del 50 o 60, la relevancia de las conquistas internacionales de cada país –y no solo de la Argentina- se medía por sus clubes antes que por sus selecciones, que sólo se reunían de compromiso unos días antes por Eliminatorias, Mundiales (si llegaban), amistosos o copas binacionales.

Uruguay luce sus conquistas de un siglo atrás: dos medallas de oros olímpicos (París 1924 y Amsterdam 1928) y el título del primer Mundial disputado justamente en su tierra, en 1930. Difícil de medir ahora. Todavía las fronteras entre profesionales –que estaban vedados en los Juegos- y amateurs eran difusas. Los británicos, precursores del fútbol de la era moderna, no participaban en competencias internacionales, recién asistieron en 1950 a su primera Copa del Mundo.

Pero si Uruguay puede enorgullecerse de aquellos primeros triunfos, la década del 30 estuvo marcada por el dominio de Italia, al ganar los Mundiales de 1934 –como local y con cuatro jugadores argentinos en sus filas como Orsi, Monti, Guaita y De María- y 1938 en Francia. Allí, además de la manipulación política que hizo Mussolini con aquellos triunfos, también sentaron los fundamentos de lo que sería el sistema de juego de ultradefensivo, atributo de la Azzurra y sus principales equipos por varias décadas: el Catenaccio.

Sin embargo, esa misma década se recuerda por el Wunderteam, la selección de Austria alrededor de Mathias Sindelar, el Mozart del fútbol. Si la Italia del DT Vittorio Pozzo, con Giuseppe Meazza como jugador estelar, fue el antecedente de la misma Italia de los 60 y 70, Austria anticipaba al Brasil de la época de fantasía. Dirigida por Hugo Meisl, basaba su juego en la posesión y en la búsqueda ofensiva. Italia los frenó por 1-0 en la semifinal del 34 y aquel Wunderteam concluyó poco después, cuando Hitler anexó Austria: Sindelar se negó a jugar por la selección alemana y en enero de 1939 apareció muerto por un accidente casero.

Mathias Sindelar, en acción. Foto: AFPMathias Sindelar, en acción. Foto: AFP

El período post Segunda Guerra ofreció a otra de las más grandes selecciones de la historia, Hungría. Y que, al igual que la Holanda de los 70, no pudo celebrar un título del mundo para coronar su fútbol de excelencia.

Aquella selección de Hungría, organizada por Gusztav Sebes, produjo un ciclo impactante entre 1948 y 1956, con 42 triunfos, 6 empates y solo una derrota. Pero esa derrota fue justo la que no debía ser: la final del Mundial de Suiza 1954, que los alemanes titularon El milagro de Berna y que se resolvió cuando apenas faltaba seis minutos y Helmut Rahn marcó el 3-2. El arquero Gyula Grocsis -el único que se quedó en Hungría después de la revolución del 56-, el armador Nandor Hidegkuti -una especie de James Rodríguez plantado delante de la línea de volantes-, un implacable goleador como Ferenc Puskas, junto a Jozsef Bozsik, Zoltan Czibor y Zoltan Kocsis eran los nombres rutilantes que desparramaron calidad por todos los campos europeos durante ese ciclo.

Lograron la medalla de oro olímpica en Helsinki 1952. Al año siguiente, llegaron a un colmado estadio de Wembley -105 mil espectadores-, donde la selección de Inglaterra solo había perdido un partido en su historia -ante Irlanda-. Y para no ser menos, denominaron al choque con Hungría como El partido del Siglo. Prefieren olvidarlo: los húngaros les dieron una memorable lección de fútbol ofensivo y los liquidaron por 6-3. “Vimos un estilo nuevo que desconocíamos, nunca lo habíamos visto. Ninguno de esos jugadores significaba nada para nosotros, eran de Marte para nosotros”, recordó el luego DT, Robby Robson. “Cuando atacábamos, atacábamos todos. Cuando defendíamos, defendíamos todos. Era el prototipo del fútbol total”, explicó Puskas.

Los ingleses buscaron la revancha de visitantes los preparativos al Mundial de Suiza y les fue todavía peor: 7-1. Esa Hungría imparable y lujosa llegó al Mundial con un invicto de 31 partidos, arrasó a los alemanes durante la fase previa por 8-3 y la final debía ser un trámite. Pero, por algo Sepp Herberger, el DT alemán, era apodado El Zorro. Había reservado a sus hombres en el choque de la fase previa y dispuso una final de marcaciones, personales y zonales, que no alteró ni siquiera cuando estaban 0-2 a los diez minutos. Emparejaron antes del segundo tiempo y lo resolvieron a seis del final con el gol de Rahn.

La final del Mundial de Suiza 1954. Foto: APLa final del Mundial de Suiza 1954. Foto: AP

“Sigo teniendo la misma pesadilla, sigo viendo el gol de Rahn, estoy en el abismo”, confesó el arquero Grocsis en 2014, a los 88 años, poco antes de morir. Se había jugado en una cancha en pésimo estado, después del diluvio, y es fácil deducir quién se adaptó mejor.

Una historia similar a la de aquella Hungría la padeció Holanda (hoy Países Bajos) dos décadas después, cuando Alemania la postergó en el partido decisivo, 2-1 en el Estadio Olímpico de Munich. Esa misma Holanda dirigida por Rinus Michels cristalizó el concepto de fútbol total, por la movilidad de todos sus hombres y su espíritu ofensivo, que avasallaba rivales -Argentina la padeció dos veces seguidas, en la previa a la Copa de 1974 y en el Mundial mismo, en un 0-4 donde nuestros hombres apenas dispararon un tiro al arco en 90 minutos-. Era una selección con un superdotado como Johan Cruyff –el mejor futbolista del mundo de los años 70- otro talento como Win van Hanegem y escuderos de lujo: Ruud Krol, Johnny Rep, Rob Rensenbrink y Johan Neeskens, entre ellos. La solidez, consistencia, mentalidad ganadora y ambición de la Alemania de Franz Beckenbauer pudo frenarlos.

La gran selección que precedió a Holanda fue Brasil, a partir de la conquista del primero de sus cinco títulos en Suecia 1958. El ciclo alrededor de ese gigante llamado Pelé comenzó cuando él tenía apenas 17 años. Vavá, Nilton Santos, Garrincha y otros dotados lo acompañaron en los primeros títulos (Suecia 1958 y Chile 1962) y luego poco pudieron hacer ante la violencia y los árbitros bajo sospecha de Inglaterra 1966, donde los inventores del fútbol consiguieron el único de sus títulos mundiales. En casa. Pero el bicampeonato mundial de Brasil, junto al de Italia en los años 30, son los únicos hasta ahora en la Copa del Mundo.

Pelé, rey del mundo en México 1970. Foto: APPelé, rey del mundo en México 1970. Foto: AP

Brasil resurgió en México 1970 con la que fue, probablemente, la más exquisita y ofensiva selección de la historia, autora de espectáculos memorables hasta el 4-1 de la final contra Italia. Una línea delantera formada de apuro, pero deslumbrante: Jairzinho, Gerson, Tostao, Pelé y Rivelino. Un artículo de Michael Robinson y John Carlin sintetizó aquel ciclo dorado de los brasileños: “Se fundamentó en una técnica nunca vista y en una filosofía de ataque sin cuartel. Jugaban 4-2-4 y su plan era sencillo: si el otro marca uno nosotros marcamos dos; si el otro marca tres, nosotros cuatro”. Clodoaldo era el volante de contención, el clásico 5 pero con espíritu de ataque, mientras el resto tenía el arco de enfrente como obsesión.

Alemania, Brasil, Italia, Argentina, luego Francia y España, se consolidaron desde los años 70 como potencias dominantes, subiendo y bajando según distintas generaciones, organizaciones internas y conducción técnica. Se repartieron los grandes títulos y también Países Bajos apuntó hasta allí, aunque no le alcanzó hasta ahora para un Mundial (sí para una Eurocopa con la generación de Ruud Gullit y Marco van Basten, cuando Rinus Michels volvió como DT).

Hubo fútbol para todos los gustos y en todas las generaciones, cada uno elegirá el que le resulte más apropiado. Pero a nivel de resultados, esta flamante seguidilla de la Argentina de Scaloni está a la altura de las más grandes: bicampeonato de Copa América y un Mundial incluido, además del triunfo sobre Brasil en el Maracaná, la hegemonía en las Eliminatorias, la Finalissima, el extenso invicto pre Qatar y algunas exhibiciones de fútbol en marca mayor. Tal vez hay que remontarse a la España que, con base en dos poderosos como Real Madrid y Barcelona, hilvanó otra gran serie con el Mundial 2010 de Sudáfrica y dos Eurocopas (2008 y 20012).



Fuente Clarin

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