Doscientos ochenta y siete encuentros disputó el seleccionado de fútbol de Georgia desde aquel primer amistoso que igualó 2 a 2 con Lituania en el Dínamo Arena de Tiflis el 27 de mayo de 1990, diez meses antes de que la república se independizara de la Unión Soviética. El 288° será, a todas luces, el más importante de su breve historia: enfrentará el domingo a las 16 en Colonia a España en un duelo de los octavos de final de la Eurocopa, el primer gran torneo que disputa el combinado georgiano.
Seguramente muchos tuvieron que echar mano a Google Maps hace 10 días, cuando esos 11 hombres barbados y vestidos con uniforme blanco se alistaban para enfrentar a Turquía en Dortmund, para ubicar dónde estaba ese país bicontinental de menos de cuatro millones de habitantes y situado a orillas del Mar Negro. Si de su geografía se sabía poco y nada, no era mucha más la información que la media de los futboleros tenía sobre su seleccionado, más allá de ese muchacho con aspecto de músico grunge y un apellido casi impronunciable que brilla en el Napoli italiano: Khvicha Kvaratskhelia.
Kvaradona, como lo apodan los napolitanos, es la figura de un conjunto que ha exhibido un fútbol audaz en sus tres presentaciones en el certamen continental, pese a contar con una dotación bastante más modesta que la mayoría de sus competidores: 24 de los 26 integrantes del plantel del único seleccionado debutante en esta edición de la Euro se desempeñan fuera de su país, pero solo tres compitieron la última temporada en alguna de las cinco ligas más importantes del Viejo Continente.
Además de Kvaratskhelia, el equipo cuenta con otros dos pilares sobre los que sostiene su estructura: el arquero Giorgi Mamardashvili y el delantero Georges Mikautadze. El guardavalla del Valencia tuvo destacadísimas labores en los encuentros ante República Checa y Portugal. El atacante del Metz, que nació en Lyon y llegó a representar al seleccionado sub-19 de Francia, pero terminó optando por la nación de sus padres, es el máximo anotador de la Euro y participó en los cuatro tantos que su equipo hizo en este torneo: marcó tres (dos de penal) y asistió a Kvaratskhelia en el restante.
Junto a ellos, también han mostrado buenas credenciales el talentoso (aunque discontinuo) Giorgi Chakvetadze, quien jugó la última temporada en el Watford de la segunda división inglesa, y los dos hombres que le aportan equilibrio al mediocampo: Anzor Mekvabishvili (Universitatea Craiova de Rumania) y Giorgi Kochorashvili (Levante de España). La mala noticia para los simpatizantes georgianos es que Mekvabishvili se perderá el duelo de los octavos de final porque debe cumplir una fecha de suspensión.
Después de siete intentos fallidos de acceder a una Eurocopa (la primera vez que disputó una etapa clasificatoria fue para la edición de Inglaterra 1996), el seleccionado que desde febrero de 2021 dirige el francés Willy Sagnol se metió en este torneo por una minúscula claraboya: tras quedar cuarto en su grupo, detrás de España, Escocia y Noruega, sorteó con éxito los playoffs venciendo a Luxemburgo y a Grecia.
Participar ya era un mérito inmenso para los georgianos. Pero la aventura no quedó solo en eso. Después de caer 3 a 1 frente a Turquía en Dortmund en el debut, igualaron 1 a 1 con República Checa en Hamburgo y aprovecharon que Portugal, ya clasificada, presentó una alineación alternativa en la última fecha para dar uno de los batacazos del certamen: se impusieron 2 a 0 en Gelsenkirchen y avanzaron como uno de los mejores terceros.
El próximo paso para el combinado de la ex república soviética será ante España, uno de los cucos del certamen. El historial no es muy alentador: los ibéricos se impusieron seis de las siete veces en que se enfrentaron. Las dos últimas fueron justamente por la clasificación para la Euro: la Roja le endosó una impiadosa paliza 7 a 1 en Tiflis y apenas fue un poco más compasiva en Valladolid (3-1). Los georgianos se aferrarán al recuerdo de su única victoria: el 7 de junio de 2016 triunfaron 1 a 0 en Madrid con un gol de Tornike Okriashvili.