Nadia Comaneci alcanzó la excelencia en Montreal 1976: con solo 14 años, fue la primera gimnasta en consiguió el puntaje perfecto en su disciplina en unos Juegos Olímpicos. La rumana obtuvo tres medallas de oro, una de plata y una de bronce en esa cita y añadió otras cuatro a su cosecha (dos de oro y dos de plata) en Moscú 1980. Sus logros deportivos están asociados a Béla Károlyi, su entrenador, quien también fue el responsable de someterla a un sistema de entrenamiento en el que no faltaban los maltratos de todo tipo.

Sesiones de entrenamiento extensísimas acompañadas de insultos, cachetazos y un régimen de alimentación muy deficiente eran parte del método de trabajo que Béla Károlyi y su esposa, Martha, usaban para convertir en gimnastas a las chicas que llegaban a su escuela en Onesti, una localidad minera de 50.000 habitantes en el este de Rumania. Allí llegó Nadia Comaneci cuando tenía solo seis años.

Károlyi aplicó un régimen de terror en el que todo valía para conseguir campeonas. Sus excesos salieron a la luz hace unos años, cuando estalló el escándalo de los abusos sexuales de Larry Nassar, el médico de la Federación de Gimnasia de Estados Unidos, donde los Károlyi trabajaban. Muchos más detalles se conocieron en 2021, a partir de la publicación del libro «Nadia y la Securitate», del historiador y politólogo Stejarel Olaru, que exhibió el sufrimiento que especialmente padeció Comaneci durante su carrera.

Olaru accedió a archivos inéditos de la policía secreta rumana, con informes desclasificados compuestos por denuncias y conversaciones telefónicas interceptadas por la Securitate. La policía vigilaba de cerca a los Károlyi debido a la importancia que adquirió el equipo de gimnasia de ese país, especialmente tras su actuación en los Juegos Olímpicos de Montreal en 1976 y el 10 perfecto de Comaneci.

Nadia Comaneci celebra tras conseguir la puntuación perfecta en la prueba de barras asimétricas de los Juegos Olímpicos de Montreal 1976. Foto: AFP.Nadia Comaneci celebra tras conseguir la puntuación perfecta en la prueba de barras asimétricas de los Juegos Olímpicos de Montreal 1976. Foto: AFP.

En esos archivos se refleja la dureza de los métodos que empleaba el matrimonio. “Las niñas reciben golpes tan fuertes que suelen sufrir hemorragias nasales”, declaró una informante en uno de los archivos sobre «el terror y la brutalidad» ejercidos durante los entrenamientos. «Matar de hambre a las gimnastas era una práctica habitual de los Károlyi», se señala en otro informe.

«Las niñas comían pasta de dientes a la noche, antes de acostarse, debido al hambre que tenían. Algunas incluso hablaban en secreto de tomar agua del tanque del inodoro porque muchas veces no les permitían beber agua». En el libro se relata también que algunas gimnastas padecieron bulimia y se convirtieron en expertas en robar comida, que escondían en los lugares más insospechados, como el dobladillo de una cortina, «mientras ellos comían bifes y papas fritas frente a las niñas hambrientas».

El texto incluye una entrevista inédita de Comaneci en 1977, en la que contó a unos periodistas rumanos que había sido insultada y abofeteada por haber engordado 300 gramos. En la misma entrevista, que nunca se publicó, reconoció que pasaba tanta hambre que apenas podía mantenerse en pie.

Béla y Martha Károlyi con las integrantes del equipo rumano de gimnasia durante los Juegos Olímpicos de Moscú 1980.Béla y Martha Károlyi con las integrantes del equipo rumano de gimnasia durante los Juegos Olímpicos de Moscú 1980.

Olaru reveló en su libro que en aquellos años la gimnasta escribía un diario donde describía las palizas que sufrían las chicas cuando hacían mal un ejercicio. En el diario, según otra informante de la Securitate que leyó varios extractos, Nadia relataba cómo eran obligadas a entrenarse hasta el agotamiento, incluso cuando estaban lesionadas y sin recibir atención médica.

Montreal lanzó al estrellato mundial a Comaneci, quien fue nombrada Heroína del Trabajo Socialista en su país, y también a los Károlyi, artífices de una fábrica de campeonas olímpicas. Tras ello, la deportista empezó a ser vigilada constantemente por un dispositivo de agentes secretos, médicos, funcionarios de la Federación de Gimnasia de Rumania e incluso por el coreógrafo de sus actuaciones.

Tras retirarse de la gimnasia en 1984, a Comaneci no se le permitió viajar al extranjero, salvo en contadas excepciones, y cuando lo hacía iba acompañada por agentes gubernamentales. En noviembre de 1989, logró cruzar ilegalmente la frontera con Hungría y escapó a Estados Unidos, donde pidió asilo político. Comaneci, que tiene 62 años, sigue viviendo en ese país y está dedicada a la promoción del deporte entre mujeres y personas con discapacidades.

Tras abandonar Rumania, Béla Károlyi se radicó en Estados Unidos y trabajó para la Federación de Gimnasia de ese país. Foto: Reuters.Tras abandonar Rumania, Béla Károlyi se radicó en Estados Unidos y trabajó para la Federación de Gimnasia de ese país. Foto: Reuters.

Károlyi, por su parte, negó todas las acusaciones, aunque reconoció su nivel de exigencia. «Mis gimnastas son las mejor preparadas del mundo. Ganan, eso es todo lo que cuenta», declaró a la agencia France Presse.

Su esposa y él hicieron la misma travesía que Comaneci unos años antes. En 1981 pidieron asilo político en Estados Unidos y se convirtieron en entrenadores de la Federación Estadounidense de Gimnasia (USAG). Su fábrica de campeonas se replicó en el Rancho Karolyi, cerca de Houston, el centro nacional de entrenamiento donde se forjaron estrellas como Mary Lou Retton, Phoebe Mills o Simone Biles. Y ahí el pedófilo Nassar, el médico condenado por abusar al menos de 160 niñas, actuó sin restricciones. Los Károlyi miraron hacia otro lado. Solo importaban las medallas.



Fuente Clarin

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