Roland Garros celebró a lo grande el regreso ¿y despedida? de Rafael Nadal. Un estadio Philippe Chatrier a pleno, sin ninguna butaca vacía y con varios invitados especiales -entre los que se contó hasta a Novak Djokovic, Iga Swiatek, Carlos Alcaraz y Stan Wawrinka-, le abrió las puertas otra vez al Rey indiscutido del polvo de ladrillo. Y vibró con cada punto ganado, con cada celebración a puño apretado y con cada pincelada de ese Rafa competitivo y sediento de gloria que supo conquistar 14 veces el título en París. La fiesta no fue perfecta, porque un implacable Alexander Zverev, el actor secundario de la película, se encargó de que la vuelta, después de dos años de ausencia, fuera breve. Le ganó 6-3, 7-6 (7-5) y 6-3 para propinarle apenas su cuarta derrota en su carrera en este torneo. ¿Habrá sido el último baile del mallorquín en su Gran Slam? Él no lo quiso confirmar.

«No sé si esta fue la última vez que estaré aquí frente a ustedes. No estoy cien por ciento seguro. Si fuera la última vez, lo disfruté mucho», aseguró.

La lluvia caía con fuerza sobre París -y el juego en las canchas exteriores estaba suspendido- cuando Rafa apareció en escena en el estadio principal del club de Bois de Boulogne. No quedaba una butaca libre bajo el techo del Philippe Chatrier. Nadie se quería perder el cruce de primera ronda más esperado. Hasta Novak Djokovic, Iga Swiatek, Carlos Alcaraz y Stan Wawrinka se colaron en las tribunas durante el encuentro para disfrutar del espectáculo.

Pantalón blanco, remera celeste y zapatillas al tono, el mallorquín puso un pie en el polvo de ladrillo y desató la primera de las tres ovaciones que recibiría antes del comienzo del partido. Las otras dos hicieron vibrar el aire cuando el ex número uno hizo su clásica corrida hacia la línea de fondo, tras el sorteo, y cuando, durante el peloteo previo, la voz del estadio enumeró todos los años en los que él levantó la Copa de los Mosqueteros.

A Zverev no le pesó la situación ni el escenario. El alemán, número cuatro del mundo, no perdió el tiempo y aprovechó un arranque errático de Nadal -sobre todo con el revés- para golpear demasiado temprano. Sólido y moviéndose bien, consiguió un quiebre en cero en el game inicial y se adelantó rápidamente 2-0.

Zverev se llevó el primer set en casi una hora. Foto AP/Jean-Francois BadiasZverev se llevó el primer set en casi una hora. Foto AP/Jean-Francois Badias

Necesitó algunos games Rafa para acomodarse en la cancha y empezar a encontrar los huecos en el tenis explosivo que propuso Zverev desde el primer punto. De a poco, comenzó a marcar el ritmo con su servicio y forzó algunos errores de su rival. Y hasta tuvo dos break points en el cuarto juego, que no pudo aprovechar.

El alemán seguía siendo superior, pero el duelo se había nivelado bastante cuando el español fue a sacar para estirar la historia con el marcador 3-5. Pero el set se terminó en el décimo game, que duró 11 minutos y en el que Rafa jugó algunos buenos puntos -que fueron muy festejados por el público-, pero también erró algunas pelotas que antes no erraba. Levantó dos sets points el mallorquín, pero no pudo en el tercero y Zverev se llevó el parcial en 52 minutos.

Nadal estuvo muy cerca de quedar otra vez en desventaja muy rápido en el arranque del segundo set. Porque tras un error no forzado de revés paralelo -no el primero que cometía con ese tiro en partido-, le regaló al alemán dos break points en el cuarto game. Salvó el primero con un revés cruzado muy abierto, que su rival no pudo devolver bien, y el segundo con un ace, el primero de la tarde para él. Y lo festejó con todo: salto a la carrera con el puño apretado y un «Vamooos» gutural que resonó en el estadio.

Lo festejó también toda gente, que a esa altura del partido ni intentaban esconder que el mallorquín era claramente el gran favorito del público. Y lo festejó todo el banco el español, desde su entrenador Carlos Moyá, pasando por su esposa, su hermana y sus padres, hasta el tío Toni.

Salvar esas dos chances de quiebre le dio una inyección de adrenalina a Nadal, que en los games siguientes mostró una versión más parecida a esa que tantas veces dominó en el polvo de ladrillo francés. Golpeó bien con su drive, fue más agresivo y hasta tiró un par de drops que desconcertaron a Zverev. Y consiguió un quiebre en el quinto juego, que confirmó sin problemas, para quedar 4-2. E hizo estallar a las tribunas una vez más.

Todo hacía pensar que Rafa no tendría problemas para cerrar el set. Pero Zverev reaccionó en el momento justo. Cuando Nadal sirvió para el set con el marcador 5-4, el alemán jugó un game impecable: tres winner para darse tres chances de quebrar. Solo necesitó una e igualó el marcador 5-5.

De hacer todo bien a hilvanar errores groseros pasó el alemán, que mostró una cara más vulnerable que en el primer parcial y tuvo que levantar dos break points en contra para no ceder una vez más su saque. Nadal sostuvo el suyo sin mucho esfuerzo y llevó el set al tie break, que Zverev que se llevó con mucho oportunismo para sacar ventaja en los momentos justos.

Emociones fuertes tuvo el arranque del tercer capítulo. El alemán, que no perdió el foco pese a que cada error propio o cada acierto ajeno era festejado por todo el público, estuvo cerca de ponerse en ventaja en el game inicial, pero dejó pasar dos break points. Nadal no perdonó cuando tuvo la oportunidad y aprovechó una de las tres chances de quiebre que tuvo en el siguiente juego para adelantarse 2-0. Poco le duró la alegría al español, que cedió su saque y no pudo confirmar la ventaja.

El partido era pura intensidad a esa altura de la tarde parisina. Sin margen de error, Rafa salió a presionar más, jugó un tenis más agresivo y mostró pinceladas de su mejor versión. Y Sascha respondió con jerarquía, la cabeza fría cuando estuvo contra las cuerdas y un juego de altísimo nivel.

Había avisado Moyá que el mayor problema que iba a tener su pupilo en Roland Garros iba a ser la falta de ritmo de competencia, lo que a la larga se traduce en irregularidad. Y eso se hizo evidente por momentos en el encuentro: Nadal pasaba de colocar la pelota exactamente donde quería, con esa precisión y esa potencia que solo él tiene en esta superficie, a cometer errores inéditos para él. Pero siempre encontraba la manera de forzar la equivocación ajena y darse una nueva vida.

Lo hizo en un extenso quinto game en el tercer set, en el que salvó cuatro veces su servicio antes de marcar el 3-2. Pero no pudo en el séptimo, en el que el alemán dispuso de dos nuevos break points, concretó el segundo con un winner y se adelantó 4-3. A continuación estiró la ventaja a 5-3, no sin antes tener que salvar dos nuevas oportunidades de quiebre en contra. Y un drive muy larga de Nadal en el noveno game le permitió sellar la victoria con otro quiebre.



Fuente Clarin

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