Giorgia Meloni se crió políticamente en la ultraderecha italiana posterior a la liberación del régimen fascista de Benito Mussolini, a quien supo elogiar en declaraciones públicas. Seguidores de sus mismas ideas abuchean a futbolistas africanos y los piden afuera del seleccionado. Tales son los casos de Moise Kean y Davide Ogbonna, entre otros.

El sueño de Meloni y los suyos es que para Italia jueguen solamente italianos, por más talento que puedan aportar los Mario Balotelli y los Stephan El Shaarawy, que está en la pre lista para la Euro 2024 en Alemania.

Meloni cuestiona el fútbol post caída del Muro de Berlín y Ley Bosman, nacida tras un fallo del Tribunal de Justicia de la Unión Europea, que cambió para siempre la historia de fútbol en ese continente.

La norma que ya tiene más de 25 años es la que lleva el nombre del jugador belga Jean-Marc Bosman y eliminó el cupo de extranjeros para los jugadores con pasaporte europeo. «Los futbolistas ganan millones gracias a mí, pero yo vivo en la miseria», declaró en una oportunidad el exfutbolista que borró los limites nacionales e hizo estallar de talento a las ligas del viejo Continente, la italiana sobre todo. Lo mismo ocurrió con el negocio que rodea cada mercado de pases en todo el mundo.

Esa caída de las fronteras y los pasaportes comunitarios no resultaron en “la Europa que soñamos», según la óptica de la mujer que hoy gobierna la tierra del Calcio.

El fútbol italiano la cuestiona y la enfrenta. La Federación y los clubes le recriminan que haya sacado los beneficios impositivos para aquellos equipos que contraten extranjeros y le dan pelea a su proyecto de crear un organismo que audite sus cuentas. El otro partido que la premier disputa con sus detractores podría jugarse en el Olímpico de Roma, su ciudad natal y centro de la política y deporte de Italia.

La acusan, además, de haber abandonado su amor por la Lazio y ahora abrazar los colores de la Roma, su eterno rival. Meloni y el “gioco Calcio” se reclaman mutuamente en una relación conflictiva pero de la que ninguna de las partes puede huir.

Meloni, a corazón partido entre la Lazio y la Roma

Giorgia Meloni . Foto AP. Giorgia Meloni . Foto AP.

¿Es dificil imaginar a Javier Milei hinchando por River en redes para después reconocerse fanático de Boca? ¿O a Alberto Fernández, reconocido hincha de Argentinos Juniors, vivar a Platense en viejas entrevistas? Lo mismo con Macri, Alfonsín, Duhalde… Inserte aquí el apellido presidencial que quiera. Sería, a priori, un escándalo.

En los países donde el fútbol es para muchos más que cualquier política de Estado, que un político se cambie de equipo no entra en la cabeza de nadie. Ni de un hincha, ni de un votante. Pueden cambiarse de partido, ejemplos sobran, pero no de clubes.

Ya lo dijo el personaje de Guillermo Francella en El secreto de sus ojos, la película argentina que ganó el Oscar a mejor película extranjera en 2010. “El tipo puede cambiar de todo: de cara, de casa, de familia, de novia, de religión, de Dios… pero hay una cosa que no puede cambiar: no puede cambiar de pasión”. Giorgia Meloni, la primera ministra italiana, viene a contradecir esa intangibilidad de la pasión.

En Roma, su ciudad, donde los locales discuten de mesa a mesa sobre los partidos del fin de semana como en cualquier barrio porteño, rosarino o cordobés, tienen en claro que el vice primer ministro, Matteo Salvini, es fanático del Inter de Milán y disfruta del nuevo Scudetto conseguido por los Nerazzurri, de la mano de Lautaro Martínez. Pero con Meloni hay confusión.

Internautas italianos alegan que solía ser de la Lazio, equipo identificado con la ultraderecha, aunque Meloni sostiene que su corazón le pertenece a “La Loba”, el AS Roma, club donde brillaron Gabriel Batistuta y Walter Samuel. El clásico rival.

El periodista italiano Carlo Pizzigoni, autor de Locos por el fútbol. Pelé, Messi, Maradona, le dijo a Clarín que, en Italia, Meloni no es conocida como una fanática del fútbol.

«Alguna vez escuché que es hincha de Roma, pero no creo que sea algo de pasión verdadera». Sin embargo, en la capital italiana, entre tanta elegancia y a la vista del Coliseo, hinchas de uno y otro son gladiadores a la hora de debatir sobre “tifosi” de quién es la mandataria.

Según cuenta La Repubblica, algunos usuarios de viejos foros de Internet aseguraban que Meloni lanzaba mensajes, bajo el nick de «La draghetta» («La pequeña dragona»), tales como: «Soy de la Lazio. Espera, más bien, lazialisima«; «que la Roma pierda todo lo que hay que perder» y aseguraba que moriría como biancoceleste, una pasión que había heredado de su madre.

En 2015, enfrentó al diario francés Le Monde, en defensa de la Lazio. El medio francés acusaba a los celestes de lanzar una camiseta color negra en honor a «los camisas negras» de Mussolini.

Le Monde ironizó que la intención era que Paolo Di Canio vuelva del retiro, ex futbolista que hacía el saludo fascista para festejar sus goles.

Como respuesta a Le Monde, la jefa de Estado italiana insistió: «Esto es una tontería. Es decir, el PSG o los All Blacks pueden usar una camiseta negra, pero si lo hace la Lazio, es del ‘Tercer Reich’. Es como si prohibieran el rojo a los equipos del Este, porque es demasiado comunista».

En el final, recordó a su mamá y casi que se disculpó con ella por no compartir colores. Tal vez le haya ganado la necesidad de reafirmar que es Loba y no Águila. «Es bien sabido que soy hincha de la Roma y, obviamente, mi fe futbolística no me permite vestir la camiseta blanquiceleste, pero siempre mostraré mi solidaridad por la Lazio, porque, por desgracia, mi madre es ‘laziale».

En «Io sono Giorgia», su autobiografía publicada pocos años antes de llegar al poder, no habla de su amor por el fútbol, sin embargo, en las redes sociales se ocupa de festejar, lamentar y hacerse presente en el planeta futbolero. Festejó la Conferencia League En mayo de 2022, lamentó la muerte de Diego Maradona y, cuando Silvio Berlusconi la describió como una pulga, Meloni respondió con ironía y fútbol argentino.

“Es un honor que me apode como al mejor jugador del mundo”, dijo en X.

Meloni quiere que el fútbol italiano vuelva a ser el que fue

Giorgia Meloni tenía apenas 5 años cuando Italia levantó la Copa del Mundo en España 1982 y el Presidente del Consejo de Ministros era el liberal Giovani Spadolini.

Llevaba dos años en el Frente de la Juventud, agrupación política de tendencia neofascista, cuando la Azzurra perdió la final con Brasil en 1994 y al frente del gobierno estaba Silvio Berlusconi, el empresario mediático y mandamás del poderoso Milan entre 1986 y 2017.

En 2006, cuando el seleccionado de su país se consagró por cuarta vez, Meloni acababa de unirse a la Cámara de Diputados como legisladora, mientras «Il Cavaliere» terminaba su segundo mandato en el Palacio Chigi.

En tres décadas, la Azzurra ganó tres títulos, pero vivió sus peores años en el escenario internacional. Tras ser campeón en Alemania, quedó eliminada en primera ronda en 2010 y 2014 y no se clasificó a 2018 ni 2022.

Para muchos, la sanción de la Ley Bosman en 1995 fue un punto de inflexión para muchas selecciones europeas. La norma le abrió la puerta a los extranjeros con pasaporte comunitario cambió el mapa del fútbol global; Meloni pretende rebobinar esa película.

Esa norma generó que el negocio se disparara, pero al mismo tiempo, con los años, le hizo perder al Calcio su condición de liga estrella. Hoy esa medalla la luce la Premier League, como lo hizo La Liga de España en tiempos de Messi, Neymar, Cristiano Ronaldo y Beckham, entre otros extraterrestres y galácticos.

Pero los campeonatos plagados de estrellas debilitaron a los seleccionados y ante la falta de nuevos talentos, tapados por estrellas compradas en un mercado exponencialmente más grande, las jóvenes promesas se diluyeron. En consecuencia, se comenzaron a buscar “refuerzos” en hijos de inmigrantes. Entonces los Mario Balotelli y los Mauro Camoranesi, por citar a algunos, comenzaron a defender escudos de otros países.

El regreso de las extremas derechas a Europa le hizo saber a la FIFA que algo debía hacerse con eso, pero los proyectos propuestos fracasaron. Igual, los intentos no cesan.

En esa batalla, mientras la federación italiana y los clubes rechazan la creación de un ente que audite sus cuentas, Meloni aún saborea su triunfo político por la derogación de la Ley Beckham, que permitía una rebaja de hasta el 50 por ciento en los impuestos que conlleva la llegada de un futbolista desde el extranjero.

Introducida al Calcio en 2019, por ejemplo, facilitó la llegada de Cristiano Ronaldo a la Juventus.

Siguiendo una premisa de Jean Marie Le Pen, que supo decir “es artificial que hagamos venir jugadores extranjeros para bautizarlos como equipo de Francia. La mayoría no lo canta, o visiblemente no se saben La Marsellesa”, Meloni, en su libro «Io sono Giorgia», propuso lanzar un «plan italiano» para desarrollar África. Lejos del altruismo entre naciones su único objetivo y evitar que sus habitantes tengan motivos para querer venir a Europa.

La edición 23/24 de la Serie A presentó 47 futbolistas africanos, de los cuales 10 son nigerianos; 6 de Costa de Marfil y Marruecos; 4 de Camerún y Ghana; 3 de Argelia y Senegal; 2 de Angola, Guinea Ecuatorial y Malí y 1 de Zambia, Congo, Gabón, Zimbawe y Túnez.

Los discursos xenófobos tomaron otro impulso en las canchas de la mano de la política. En noviembre de 2021, la Roma estuvo en el centro de la polémica por cántico racistas y en enero de 2023, a la Lazio se la castigó con tribunas cerradas por actos discriminatorios. El propio club debió aclarar que no adhiere a esos ideales.

El tema no escapa a la FIFA. «El racismo es terrible, una lacra que existe en nuestra sociedad y que se ha infiltrado en el fútbol. Aquellas personas que piensan que pueden tener comportamientos racistas en el mundo del fútbol, deben saber que no las queremos; queremos que se vayan”, dijo Gianni Infantino al cerrar el 74º Congreso de la federación que preside.

Miguel Montuori, nacido en Rosario, es recordado como “el primer jugador negro” en vestir la camiseta italiana. Ocurrió a fines de los ‘50. Pero no fue el primer extranjero porque en 1934 Luis Monti, Raimundo Orsi, Enrique Guaita y Atilio Demaría, todos argentinos devenidos en tanos, levantaron la Copa del Mundo.

El glorioso y “puro” fútbol al que quiere volver Meloni parece no haber existido nunca.



Fuente Clarin

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