Durante casi dos décadas, armar una lista de candidatos para Roland Garros no fue tarea compleja. Si Rafael Nadal aparecía en el cuadro, incluso sin estar en su mejor forma, se posicionaba automáticamente como el favorito indiscutido (la suerte se encargó apenas un puñado de veces de probar errado ese pronóstico). Y si no era el mallorquín, eran sus compañeros del Big 3, algún jugador que llegaba en racha, con una gran temporada, o, en los últimos años, esas jóvenes estrellas que tomaron la cima por asalto. Pero en este 2024 y a poco menos de una semana del arranque del cuadro principal, elegir por anticipado un posible campeón -o hasta un finalista- parece algo arriesgado.

Con Rafa a nada de colgar la raqueta, y lejos de ese nivel que lo llevó a ganar 14 veces la Copa de los Mosqueteros; con Novak Djokovic en una temporada inestable, todavía sin títulos ni finales; y con Carlos Alcaraz y Jannik Sinner, los talentos más brillantes de la nueva generación, volviendo de lesiones; la edición que comenzará el domingo será la más imprevisible de los últimos tiempos. Ellos cuatro arrancarán con más chances que sus rivales por razones que no hace falta enumerar, pero hacía mucho que el torneo no aparecía en la previa tan abierto a sorpresas.

Nadal parece haber superado los diversos problemas físicos que no lo dejaron tener continuidad en la temporada pasada y la actual. Y aunque su sola presencia en París ilusiona, ya que dijo que no viajaría si no tenía «un 0,01 por ciento de chances ser competitivo». Pero lo cierto es que no hay garantía de que pueda pelear por el trofeo.

El mallorquín llega con muy poca carga de partidos y la incertidumbre de cómo responderá en duelos a cinco sets. En la gira europea de canchas lentas jugó Barcelona, Madrid y Roma, con algunas buenas actuaciones y sensaciones positivas, pero sin terminar de sentirse pleno. En las últimas dos temporadas disputó apenas dos «grandes», el US Open 2022 (perdió en octavos) y Australia 2023 (en segunda ronda). Y su última participación en Roland Garros fue en 2022, cuando, con el pie izquierdo completamente anestesiado, derrotó en la final a Casper Ruud. Dos años sin pisar el polvo de ladrillo parisino es mucho tiempo, incluso para Nadal, que siempre se sintió como en su casa en esas canchas.

Además, no arrancará como preclasificado, ya que está 276° (ingresó al torneo gracias al ranking protegido). Así, podría cruzarse con cualquier rival, incluso Djokovic, en esas primeras rondas que suelen aprovecharse para terminar de aclimatar el cuerpo y la raqueta.

Desde su entorno se mostraron optimistas en los últimos días. «Hubo una evolución desde Barcelona a nivel físico, mental y, sobre todo, a la hora de tener ciertas garantías de aguantar partidos a cinco sets», analizó su entrenador Carlos Moyá en una nota con la televisión catalana. Aunque señaló lo obvio: «Le faltará ritmo de competición».

Por historia, nunca hay que descartar a Nadal, pero este año (quizás el que marcará su retiro) es menos candidato que nunca.

Algo parecido puede decirse de Djokovic. El serbio transita una temporada rara para sus estándares. Irregular, con altibajos y sin la contundencia que tuvo, sin ir más lejos, en un 2023 cercano a la perfección, en el que ganó tres de los cuatro «grandes», fue finalista en el otro (Wimbledon), y cerró con el título de Maestro y el número 1 en su poder.

Este año eligió acotar su calendario para equilibrar su agenda privada y profesional y cambió casi todo su equipo de trabajo; y los resultados no lo acompañaron. Lleva disputados seis torneos: la United Cup, el Australian Open (cayó en semifinales ante Sinner), Indian Wells (en segunda ronda ante Luca Nardi, 123° del mundo), Montecarlo (en semis ante Ruud) y Roma (tercera ronda ante Alejandro Tabilo, días después de recibir un botellazo accidental en la cabeza que, según dijo, lo habría condicionado para ese partido). Ganó doce partidos y perdió cinco; y ni siquiera disputó una final.

La última vez que el serbio, que pondrá en juego el N° 1 en París, había llegado a este tramo de la temporada sin títulos había sido en 2018. Ese año, se operó el codo derecho en enero, tras perder en octavos en Melbourne, y aunque volvió en Indian Wells, le costó unos meses recuperar del todo la forma y estuvo al cien por ciento recién en la gira de césped, en la que fue finalista en Queen’s y ganó Wimbledon.

Su pobre 2024 (al menos para lo que está acostumbrado) y su fugaz paso por Roma, que dejó sabor a muy poco, abrió interrogantes sobre sus posibilidades de cara a Roland Garros. Pero Nole jugará esta semana en Ginebra (aceptó un wild card y debutará ante Andy Murray o Yannick Hanfmann). Y con varios partidos por delante, si le va bien en suelo suizo, el serbio tiene tiempo de sobra para despejar dudas y llegar a París, donde defiende el título, más candidato que nadie.

Alcaraz encabeza, para muchos, la lista de favoritos. Incluso es el que mejor paga en las casas de apuestas, por delante de Djokovic, Sinner, Alexander Zverev, Stefanos Tsitsipas y Nadal. Y eso que Carlitos también viene de semanas cargadas de incertidumbre por una lesión que lo hizo ausentarse de Montecarlo, Barcelona y, previo paso por Madrid, Roma. Tras caer en cuartos en la Caja Mágica ante Andrey Rublev, el murciano contó que había sentido otra vez dolores en su brazo derecho y un estudio mostró un edema muscular en el pronador redondo.

El número tres del mundo y campeón este año en Indian Wells se tomó su tiempo para recuperarse y recién el lunes pasado volvió a agarrar una raqueta. En los entrenamientos en la academia de su entrenador Juan Carlos Ferrero pareció pegarle sin problemas (y con mucha potencia) a la pelota, aunque siguió con el brazo afectado completamente vendado, tal vez por precaución.

Esas semanas sin competencia también harán que Alcaraz, semifinalista en París el año pasado, desembarque en la capital francesa sin ritmo y con apenas un torneo jugado en la gira europea de polvo de ladrillo, Madrid, que con su altitud presenta condiciones muy diferentes a las del «grande» francés.

El otro nombre que parecía fija en la lista de favoritos hasta hace algunas semanas era el de Sinner. Intratable en el arranque de la temporada -títulos en Australia, Rotterdam y Miami y final en Indian Wells-, se perfilaba como «el rival» a vencer en la gira de polvo de ladrillo. Pero tras perder en semis de Montecarlo frente a Tsitsipas (luego campeón), la cadera lo empezó a molestar.

El italiano alcanzó los cuartos de final en Madrid, pero abandonó el torneo antes de jugar con Felix Auger-Aliassime en esa instancia. Luego anunció que no jugaría Roma y en Italia se empezó a hablar de que se perdería también Roland Garros, porque sus médicos le aconsejaban no apurar la vuelta para evitar que la lesión (una inflamación con edema en la articulación de la cadera) se convirtiera en algo crónico. Aunque según La Gazzetta dello Sport, los últimos estudios mostraron que «el edema se reabsorbió» y el fin de semana, el número dos del ranking volvió a entrenar con intensidad en Montecarlo.

Sinner, igual, está ante un escenario parecido al de Alcaraz. ¿Le alcanzará una semana (más algunos días) para ponerse a punto de cara a un torneo por demás exigente como Roland Garros? En París irá por un premio doble, porque podría levantar su segundo «grande» y treparse por primera vez a la cima de la clasificación mundial.

Los presentes de ese cuarteto potencian la candidatura de los tres ganadores de los Masters 1000 de polvo de ladrillo de este año, con Michael Zverev un pasito adelante. Es que el alemán, cuarto del mundo, acaba de coronarse en Roma y llegó a semifinales en las últimas tres ediciones del Grand Slam francés. Stefanos Tsitsipas, ganador de Montecarlo y noveno del ranking, fue finalista en el torneo en 2021, pero desde entonces no volvió a pasar de los cuartos. Y Rublev, campeón en Madrid y sexto de la ATP, nunca pudo alcanzar las semis.

Con ese panorama, tampoco habría que descartar completamente, por ejemplo, las chances del noruego Ruud, que conquistó el título en Barcelona y fue finalista en el Principado en este 2024 y jugó las dos últimas finales en París; o del ruso Daniil Medvedev, quinto del ranking y campeón el año pasado en Roma, aunque siempre impredecible sobre polvo de ladrillo.

Peculiar escenario de cara a un Roland Garros indescifrable e inolvidable, que arrancará su edición 2024 sin enormes favoritos y con más chances de sorpresas que nunca.



Fuente Clarin

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