En la antigua Grecia, fue una de las disciplinas en las que se competía en los Juegos Olímpicos. Durante siglos, fue una actividad no demasiado reglamentada, pero muy extendida. Desde hace 200 años, mantiene la forma de un deporte claramente normado, especialmente a partir del establecimiento de las Reglas del Marqués de Queensberry en 1867. Y en las últimas décadas, el boxeo ha sumado a esa condición la de show, mal que les pese a los puristas. Uno de los hombres que en estos años lo ha entendido como pocos y ha actuado en consecuencia es Tyson Fury, quien el sábado procurará convertirse en el primer campeón indiscutido de los pesados en la era de los cuatro principales organismos rectores, cuando enfrente al ucraniano Oleksandr Usyk en Riad (Arabia Saudita).

Fury se autopercibe como el mejor pesado que se haya calzado un par de guantes alguna vez y no se cansa de repetirlo. Casi cualquier especialista firmaría con sangre que el británico está a años luz de Muhammad Ali, Joe Louis, Rocky Marciano y Jack Dempsey, que está lejos de Larry Holmes, George Foreman y Joe Frazier, y que no es capaz de electrizar un cuadrilátero como lo hacían Sonny Liston o la mejor versión de Mike Tyson. Sin embargo, afirmaciones como esa, con las que ametralla constantemente, son parte del ADN del campeón del Consejo Mundial de Boxeo (CMB) y lo han ayudado a moldear su figura.

La verborragia ha acompañado desde su debut profesional a este gigante de 206 centímetros, que supera los 120 kilos en cada una de sus presentaciones, pero que pesó solo 450 gramos cuando nació (tras solo seis meses y medio de gestación), y que es miembro de una familia de raíces romaníes y en la que abundan los boxeadores: lo fueron su padre John (también brilló en pugilismo sin guantes), sus tíos Hugh y Peter, su hermano Young y su primo Phill; lo son sus hermanos Tommy y Roman, y su primo Hughie.

El Rey Gitano siempre fue un personaje carismático y magnético, aunque en sus primeras presentaciones su locuacidad no iba en línea con su rendimiento sobre el cuadrilátero. Ello no le impedía apoderarse del micrófono del anunciador y entonar alguna romanza del cancionero melódico después de cada triunfo. Eso sí: su incontinencia verbal también incluía derrapes como comentarios antijudíos, homofóbicos y sexistas de los que nunca se retractó. “He sido perseguido por defender a Cristo. Tengo mis puntos de vista claros”, justificó en 2016.

Un joven Tyson Fury batió por puntos a Derek Chisora en 2011 en el primero de los tres enfrentamientos entre ambos.Un joven Tyson Fury batió por puntos a Derek Chisora en 2011 en el primero de los tres enfrentamientos entre ambos.

Pocos confiaban en que llegaría al pináculo del boxeo. Y casi nadie le asignaba siquiera una remota chance cuando tuvo la oportunidad de enfrentar en noviembre de 2015 a Wladimir Klitschko, quien llevaba casi una década como monarca pesado y había realizado 18 defensas exitosas en ese período. “A diferencia de todos los rivales a los que él enfrentó, yo no le tengo miedo. No lo valoro en lo más mínimo”, avisó el británico en la víspera de ese pleito en Düsseldorf. Y se jactó: “Sé cómo vencerlo. Hay que arrancarle el corazón, derribarlo física y mentalmente. Mentalmente, ya le gané, así que estoy a mitad de camino”.

La otra mitad del camino lo recorrió sobre el encordado, donde dominó al ucraniano, se impuso por puntos y le quitó los cinturones de la Asociación Mundial de Boxeo (AMB), la Federación Internacional de Boxeo (FIB) y la Organización Mundial de Boxeo (OMB). Ese momento cumbre precedió a una dolorosa debacle que, por las características personales de Fury, quedaron demasiado expuestas.

El 3 de octubre de 2016, después de dos postergaciones de la revancha con Klitschko, el inglés anunció su retiro a través de Twitter. “El boxeo es la cosa más triste en la que he participado. Todo un montón de mierda. Soy el más grande y también estoy retirado, así que vayan a mamarla”, escribió. Unas horas después, se retractó. Pero dos días después, en una entrevista publicada en la revista Rolling Stone, dejó al descubierto sus traumáticos meses previos.

Fury reveló que estaba bajo tratamiento psiquiátrico, que era alcohólico, que había consumido «un montón de cocaína» para tratar de espantar a sus fantasmas y que llevaba meses sin entrenarse. “Soy un maníaco depresivo. Solo espero que alguien me mate antes de que yo me mate. Simplemente no quiero vivir más. Ya tuve suficiente. Así que la cocaína es una cosa menor comparada con no querer vivir más”, aseguró.

En esa entrevista también contó que había perdido el gusto por el deporte que había abrazado a los 11 años: “Me encantaba el boxeo cuando era niño, era mi vida. Pero llegué adonde quería estar y entonces se convirtió en un gran desastre. Ahora odio el boxeo”. Además afirmó que desde su consagración había sido víctima de “una caza de brujas” por sus orígenes en una nación en la que 71.440 personas se identifican como gitanos o nómadas irlandeses según el censo de 2021. “Sufrimos el mayor racismo y discriminación del país. Esto está sucediendo hoy. Me han rechazado en restaurantes porque soy un gitano”, sostuvo.

Tyson Fury es uno de los más de 70.000 gitanos que residen en Inglaterra y Gales. Foto: Frederic J. Brown / AFP.Tyson Fury es uno de los más de 70.000 gitanos que residen en Inglaterra y Gales. Foto: Frederic J. Brown / AFP.

Esa exposición a corazón abierto fue la chispa que incendió la pradera. Enseguida se supo que el púgil había dado positivo por consumo de cocaína en dos controles administrados por la Asociación Voluntaria Antidopaje (VADA) en septiembre, que se sumaron a un positivo por presencia de nandrolona en un test que se le había efectuado en 2015. Una semana después y antes de que los organismos actuaran, Fury renunció a sus títulos de la AMB y la OMB (la FIB lo había despojado un par de semanas después de su triunfo ante Klitschko por negarse a realizar una defensa obligatoria ante Vyacheslav Glazkov). Y la Junta de Control de Boxeo Británica (BBBoC) le revocó su licencia.

“Ahora me enfrento a otro gran reto en mi vida, que sé que, como contra Klitschko, superaré”, vaticinó el campeón caído en desgracia. “Tyson volverá más fuerte. No importa lo que tengamos que afrontar, Tyson no solo volverá, sino que reclamará lo que es suyo por derecho”, avisó Peter Fury, su tío y entrenador. Difícil era creerlo en ese momento.

Para ello, fue necesario que negociara, en diciembre de 2017, un acuerdo con la Agencia Antidopaje del Reino Unido (UKAD): admitió su culpabilidad en los casos que se le imputaban y aceptó una sanción retroactiva de dos años. Eso le permitió solicitar la restitución de su licencia a la BBBoC. El 9 de junio de 2018, 924 días después de su última presentación, volvió a combatir: noqueó en el cuarto episodio al albanés Sefer Seferi en Manchester. “Aprendí que dos años y medio es mucho tiempo para estar fuera. Esta vez tomaré mi carrera muy en serio y disfrutaré cada momento”, prometió.

Menos de cinco meses después de ese regreso, tuvo su primera chance de consagrarse otra vez: desafió al invicto estadounidense Deontay Wilder, el pegador más temible de esos días y campeón del Consejo Mundial de Boxeo. En un pleito antológico, el británico se repuso de dos caídas y terminó empatando en una decisión dividida que dejó el campo fértil para una revancha que debió esperar más de un año.

Finalmente, el 22 de febrero de 2020 Fury noqueó a Wilder en el séptimo asalto en Las Vegas en otro combate difícil de olvidar. “La gente me descarta, mira mi panza gorda y mi cabeza calva, y piensa que no puedo pelear. Pero yo le dije a todo el mundo con un par de orejas que el Rey Gitano volvería al trono. Y el rey ha vuelto a la cima del trono”, se jactó.

Ya nuevamente como campeón, el inglés volvió a noquear a Wilder en la pelea que cerró la trilogía entre ambos y también despachó al jamaiquino Dillian Whyte en Wembley en abril de 2022. Esa noche, después de derribar a su adversario con un uppercut de derecha y antes de cantar a capela “American Pie”, de Don McLean, anunció nuevamente su retiro. “Todo el Reino Unido se merecía esta pelea, pero creo que llegó el momento de bajar el telón”, explicó.

Pero en el serpenteante universo de Fury, nada es definitivo. Lo que hoy es “sí”, mañana puede ser “no”, la semana siguiente “veremos” y la siguiente…. quién sabe. Por eso nadie se mostró muy sorprendido ni le pidió demasiadas explicaciones cuando anunció que eso del retiro no iba tan en serio. Porque el mundillo del boxeo esperaba el enfrentamiento con Oleksandr Usyk que, después de incontables marchas y contramarchas, se consumará el sábado y consagrará a un único rey de los pesados.

La condición de campeón indiscutido en la categoría reina es un anhelo para cualquier hombre de más de 91 kilos que trepa a un ring. Seguramente también lo es para Fury, pero, fiel a su condición de provocador irredento, el inglés aseguró esta semana que su combustible para trepar el sábado al ring en Riad era otro: “Lo emocionante y atractivo es la cantidad de dinero que me van a pagar, no los cinturones que están en juego”. Lo dijo un mes después de haber afirmado que este combate sería el más importante de la historia por la cantidad de fajas en disputa. ¿Contradictorio? Sí, ¿y?



Fuente Clarin

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