El último jugador de campo con porte de caudillo que le quedaba a River salió campeón del fútbol argentino el domingo pasado. Sigue vistiendo los colores rojo y blanco, pero ahora en rayas verticales. Juega en Estudiantes. Y dejó Núñez a fin del año pasado, enfrentado a Martín Demichelis. Se trata de Enzo Pérez, claro.
La partida del mendocino dejó un vacío grande. Que va más allá de lo futbolístico. Y evidencia una falta de liderazgo y de carácter que River fue perdiendo poco a poco en los últimos tiempos y que quedó expuesto en algunas de las presentaciones recientes. Por ejemplo, en el Superclásico de los cuartos de final de la Copa de la Liga. O en el duelo ante Nacional por la Copa Libertadores.
En esos partidos, a River se lo llevaron por delante con más empeño que juego. En uno, ante Boca, cayó 3 a 2, luego de ponerse en ventaja a los 10 minutos de juego, y fue eliminado del certamen nacional. En el otro, ganaba 2 a 0, se lo empataron 2 a 2 y le postergaron unos días la clasificación a los octavos de final, como así también al Mundial de Clubes.
Más allá de esas cuestiones coyunturales, lo que deja preocupación en River es cierta actitud pasiva cuando el rival impone lucha y rigor físico o la falta de reacción para sobreponerse a la adversidad dentro de un encuentro y hasta de inteligencia para manejar los momentos. Son, justamente, cuestiones esenciales para afrontar e intentar ganar una Copa Libertadores, el gran objetivo que se trazó en Núñez este año.
Entonces, las máximas futboleras indican que sin caudillos no hay Copa. Así lo marca la historia. Y lo demuestran los antecedentes. No solo en River. También, en cualquier campeón de la máxima competencia continental. Pero al centrarse en el Millonario, se encuentran varios caciques.
En 1986, entre Nelson Gutiérrez, Oscar Ruggeri (zagueros) y el Tolo Gallego (el volante central) armaban un triángulo que para los rivales era como pasar por el de las Bermudas. Y si se le sumaban los laterales, el Tapón Gordillo y Alejandro Montenegro, era ir a Vietnam. Además, estaba el Beto Alonso, quien reunía talento, cerebro, coraje y personalidad. Y en el arco Nery Pumpido, en el medio el Negro Enrique y arriba Antonio Alzamendi y el Búfalo Funes. Un equipo de generales.
En 1996, el líder era Enzo Francescoli, con todo lo que significaba, desde su jerarquía, la influencia hacia sus compañeros y también para con los rivales. Pero no era el único comandante. Estaban el Mono Burgos, Hernán Díaz, Celso Ayala y Leonardo Astrada, quienes batallaban donde sea.
En 2015, con Marcelo Gallardo como conductor desde el banco de suplentes, había un River aguerrido de mitad de cancha hacia atrás, con una defensa que salía de memoria: Mercado, Maidana, Funes Mori y Vangioni. No pasaba nadie. Como volante central se paraba Leonardo Ponzio, quien empezaba a ejercer su liderazgo, que lo llevó luego a la bandera de los ídolos. Y cerquita, el uruguayo Carlos Sánchez. Un gladiador. También estaba Fernando Cavenaghi, quien terminó jugando la final de la Copa contra Tigres en el Monumental, con la cinta de capitán.
En 2018, la mística del Muñeco se potenció. Y en el equipo que hizo historia en Madrid al ganarle la final de la Libertadores a Boca estaban Armani en el arco; Maidana y Pinola como centrales; Ponzio y Enzo Pérez en el medio; Scocco y Pratto, arriba. Eran los que llevaban la batuta. Las cabezas que bajaban la línea de Gallardo para comandar al plantel. Dos de ellos (Maidana y Ponzio) ya estaban en River. Los otros cinco llegaron en dos mercados de pases distintos.
El paso del tiempo, con la consecuente renovación, llevó a que la mayoría de los héroes de Madrid, los últimos grandes caudillos se vayan yendo o retirando. Pero la regeneración del plantel no trajo los mismos componentes. Faltan condimentos, como carácter, personalidad y picardía para ponerlos al servicio del equipo en momentos críticos. Apenas se observan la presencia y los gritos de Armani desde el arco, la prestación defensiva de Paulo Díaz y la rudeza de Miguel Borja. Pero, no alcanza. Para un equipo que pretende ser campeón de América es poco.
La política de repatriación de ex futbolistas del club no funcionó, por el momento. Excepto Nacho Fernández, los otros que podrían comandar el vestuario (Pity Martínez, Funes Mori, Kranevitter y Lanzini) casi no juegan porque están lesionados. Y del resto de los futbolistas que llegaron en los últimos mercados de pases (Villagra, Fonseca, Sant’Anna, Colidio, Boselli, Enzo Díaz) ninguno tiene pinta de ponerse el poncho.
Por eso, de cara al próximo mercado de pases se apunta no solo a conseguir calidad y jerarquía, sino también personalidad. Por ejemplo, con Germán Pezzella para la zaga y Alexis Sánchez en el ataque. Podrían erigirse en líderes de un plantel que necesita caudillos…