Son emblemas de sus clubes, fueron futbolistas de galera y bastón, ambos con origen a finales de la década del noventa y explosión en el siglo XXI. Y no solo comparten el nombre de pila; también, coincidieron en la Selección Argentina. Hoy, lejos de esos tiempos de mágicas gambetas, son presidentes, nada más y nada menos. Y aunque no pueden llamarse amigos, más allá de tantas similitudes, se respetan. Quedó claro el domingo por la noche, cuando se comunicaron telefónicamente para establecer el día y horario del duelo por las semifinales de la Copa de la Liga, que al final quedó establecido en el próximo martes en Córdoba.
Juan Román Riquelme y Juan Sebastián Verón se pusieron rápidamente de acuerdo. Boca quería unos días más de descanso, teniendo en cuenta que el viernes regresará de Brasil tras su partido ante Fortaleza, por la Copa Sudamericana. Estudiantes no quería ventaja deportiva, ya que el martes jugó con Gremio y en La Plata. Prefería jugar en AMBA y no en Córdoba, pero optó por el martes. A fin de cuentas, al día siguiente es feriado.
Román y Sebastián son “enemigos íntimos”, casi en consonancia con el álbum que grabaron Fito Páez y Joaquín Sabina en 1998, año en el que el pibe de Don Torcuato empezaba a transformarse en leyenda con la camiseta azul y oro. Entonces, la Brujita ya había pegado el salto a Europa tras un paso efímero a orillas del Riachuelo. Jugó 17 partidos y marcó 4 goles en Boca, uno de ellos ante Estudiantes, cruel parábola del destino.
El fútbol los juntó vestidos de celeste y blanco. Román era un juvenil cuando Daniel Passarella convocó a Verón a la Selección. Y aunque ya llevaba dos años en Primera, Riquelme se quedó afuera de la lista del Mundial 1998 de Francia en el que Juan Sebastián era uno de los engranajes más importantes del equipo.
Tampoco compartieron cartel en Corea-Japón 2002, esa copa bisagra en la relación entre el volante platense y la gente, especialmente luego de aquel tristemente célebre encuentro ante Suecia. Y cuando por fin el “10” xeneize –que en ese momento militaba en Villarreal- tuvo su oportunidad mundialista de la mano de José Pekerman en Alemania 2006, el “11” pincha –de salida en Chelsea- se quedó al pie del avión.
Alfio Basile logró lo que ningún otro entrenador, que pudieran formar parte del mismo equipo en la Copa América 2007. Fueron titulares en los primeros dos partidos (victorias ante Estados Unidos 4 a 1 y contra Colombia 4 a 2) con una particularidad: frente a los cafeteros, el mediocampo de la Selección estuvo compuesto por Verón, Riquelme y un joven Lionel Messi. Esa noche, en Maracaibo, Román metió un doblete.
Descansaron contra Paraguay, ya clasificados, y fueron titulares contra Perú (4 a 0), México (3 a 0) y la final con Brasil, una dolorosa goleada por 3 a 0 que no le permitió alzar el trofeo continental.
Román renunció a la Selección con la salida del Coco, molesto por lo que se consideró puertas adentro como «una cama» de algunos jugadores, situación que se reveló el año pasado y tuvo a Fernando Gago como cabecilla. Julio Grondona ungió a Maradona como entrenador. Verón continuó con Diego, que le dio la misión de arropar a Messi. Incluso, al punto de ubicarlos en la misma habitación. La Bruja perdió el puesto y esa relación con el entrenador se erosionó.
Otra historia, claro. Aquí, el hilo conductor tiene que ver con Verón y Riquelme. Hace tiempo, Juan Sebastián habló de su casi tocayo en una entrevista con el youtuber ‘Davoo Xeneize’. Entonces, se deshizo en elogios: “A Román lo sufrí. Me desparramó en un partido Villarreal-Inter (N. de R: por la Champions League). Más allá de lo virtuoso, tenía un cerebro distinto. Cuando tenés eso, la diferencia con el resto es abismal. Es de esos jugadores que tienen la cancha en la cabeza y mucho antes que todos los demás”.
Y se refirió a esos momentos en los que tiraron paredes en el equipo nacional. “Podríamos haber compartido mucho más tiempo, y por distintos motivos no fue posible, no lo pudimos hacer. En ese momento, lo de Román fue futbolísticamente increíble. Venía de ganar la Copa Libertadores con Boca y en esa Copa América también llegó a un nivel superlativo”.
En noviembre de 2019, un mes antes de las elecciones que consagraron a Jorge Amor Ameal como presidente y a Román como vice, Verón se la jugó: «Yo votaría a Riquelme. Estoy de su lado, lo felicito y lo acompaño. Hoy deja el bronce y empieza a meter los pies en el barro».
Unos días antes, Riquelme había destacado: “Tengo que felicitarlo a Verón, terminó el estadio. Él debe estar muy feliz, al igual que la gente de Estudiantes. Sabe el cariño que le tengo. Seguramente voy a ir a comer con él para hablar mucho y preguntarle cosas».
Esa reunión no se dio, pero ambos construyeron un camino en la dirigencia que los condujo a ser sus máximas autoridades. El martes, sus equipos estarán frente a frente.
Capitales privados, una grieta que los separa
A partir de su asunción como presidente, y al frente de su segundo período, Verón se pronunció a favor del ingreso de los capitales privados en el fútbol. Evitó utilizar la figura de las Sociedades Anónimas Deportivas que pregona el Gobierno y están contempladas en el DNU 70/2023, pero se refirió a la necesidad de inversiones con recursos externos.
“Hay que ofrecer más alternativas sin que eso signifique vender el club. Que un privado venga a hacer un negocio que le sirva al club, no significa hacer una SAD. El privado tiene que acercarse al fútbol porque el fútbol es popular”, dijo La Bruja.
Riquelme basó toda su campaña en defenestrar a las SAD. Incluso, aseguró que Andrés Ibarra, candidato de la oposición, llegaba con la idea de vender Boca. “Si ganan las elecciones, vamos a tener el primer club privatizado de la Argentina”, disparó.
Verón pretende un sistema mixto, del estilo alemán. Riquelme no se mueve de lo habitual. Son miradas diferentes, ajenas a su época de cracks, propias de este presente que amerita una evaluación de los costos del fútbol.