El golpe es duro. Al margen de que la derrota y la consecuente eliminación hayan sido con Boca, el malestar se acrecienta por las formas. River no reflejó en el Kempes lo que en Núñez se busca. Dejó una imagen deslucida y preocupante. Entonces, la mayor responsabilidad recae en el entrenador Martín Demichelis, el principal perdedor del Superclásico.

River fue endeble en el cruce directo contra Boca, algo que no le sucedía en los últimos tiempos. Porque podía perder, pero la derrota se vendía cara. Y en el Kempes faltó rebeldía. Si bien los jugadores se llevan la mayor parte porque son ellos los que transitan el campo de juego, la imagen que dio el equipo repercute indefectiblemente en el DT.

Y no le encuentra la vuelta al juego Demichelis. Ante Boca, aunque jugó con el esquema que más rédito le dio, otra vez el equipo tuvo una buena performance apenas 20 minutos. Después, el dominio fue del rival. Y lo que es peor aún, esta vez se desplomó anímicamente y no supo cómo reponerse ante la adversidad. Primero, con el tanto psicológico del empate de Miguel Merentiel en el cierre del primer tiempo. Luego, tras el gol anulado. Y más tarde, al recibir dos golpes en apenas cinco minutos.

Es cierto que la historia pudo haber sido distinta si River se ponía 2-1 como reclamó todo el Millonario, argumentando que el VAR incurrió en un grosero error al desautorizar a los árbitros de campo, quienes convalidaron gol, sin tener una imagen concreta que marque claramente lo contrario. Solo con la tecnología (el sensor en la pelota) que tienen cuatro de las principales Ligas de Europa (menos España), se hubiera terminado la polémica. Pero la sensación en el mundo riverplatense es que la pelota traspasó la línea de gol.

Foto Maxi Failla - CLARIN Foto Maxi Failla – CLARIN

Con respecto a esa situación, sorprendió la visita de Demichelis al vestuario de los árbitros luego del partido, pero más increíble fueron las declaraciones del técnico, quien reconoció que fue a pedirles disculpas por si sus jugadores les habían dicho algo feo en las protestas.

De todos modos, si River se queda en esa cuestión, mirará solo el árbol. Es que la derrota dejó cuestiones más preocupantes que una eliminación ante el eterno rival en una serie de cuartos de final de un torneo local, que quizás a futuro sea más recordado por el regreso de las dos hinchadas a una misma cancha que por el partido en sí.

Lo que más intranquilidad genera es la pérdida de cáracter para este tipo de partidos. Como sucedió en la eliminación de la Copa Libertadores el año pasado ante Inter de Porto Alegre, dio la sensación que a River se lo llevaron por delante en el Kempes. Y que, ante esa situación, la respuesta fue liviana. “A este equipo le cuesta crear una mística. Queda la sensación de que metían tres veces más que nosotros”, admitió un integrante de la delegación millonaria.

Está claro que Demichelis no juega, pero sí es el que decide quiénes lo hacen. Pero antes que ello, quiénes integran el plantel. Y esa es otra cuestión a revisar. Porque en el seno interno, por las figuras que se fueron, River perdió liderazgos. Y el proceso de recambio degradó la plantilla. Tanto dentro, como fuera de la cancha. Y se nota. Más allá de que tiene a un arquero campeón del mundo y el mejor del continente como capitán, como Franco Armani, un subcapitán talentoso como Ignacio Fernández, un histórico y también ganador como Milton Casco en tercer lugar en la línea de sucesión y a Paulo Díaz, el mejor defensor del equipo, cuesta encontrar futbolistas con perfiles de “capanga”. Y hasta hace muy poco eran varios los que tenían esas caracteríticas. Quizás Miguel Borja puede ser uno de ellos, pero resulta poco.

Entonces, de cara a lo que se viene, estas cuestiones son centrales. Porque de avanzar en la fase de grupos de la Copa Libertadores, el gran objetivo del año, volverán los mano a mano. Justamente, una cuenta pendiente para Demichelis hasta el momento. Si bien desde su llegada a River, de los 10 cruces a eliminación que disputó ganó 6 y perdió 4, hay que analizar cada caso. Y de las cuatro derrotas, tres fueron en los partidos más bravos. Ante un Talleres de muy buen nivel, un equipo brasileño como Inter y ahora contra el eterno rival. La restante, frente a Rosario Central, del que luego se desquitó ganándole la final del Trofeo de Campeones. Y la otra parada brava fue Estudiantes de La Plata, en la definición de la Supercopa Argentina pero le ganó y levantó el trofeo, que fue el tercero que Demichelis consiguió desde que reemplazó a Marcelo Gallardo.

Lo que se observa es que River fue perdiendo ese fuego sagrado que venía teniendo en este tipo de duelos. Que son importantes en el fútbol, porque muchos torneos se definen de esta manera y por más que los números a Micho le den altos, las estadísticas no juegan en esos encuentros.

Foto: Fernando de la Orden / ClarínFoto: Fernando de la Orden / Clarín

Y no solo es esa cuestión. Demichelis volvió a perder un duelo táctico contra el entrenador rival, en este caso Diego Martínez. Que le hayan hecho a River el mismo gol que en el Superclásico anterior (el de Cristian Medina en Nuñez es un calco al primero de Merentiel en Córdoba). Cuando mete mano, Micho confunde a sus jugadores. Y así, el equipo se desorienta. Sucedió el domingo en el Kempes, cuando sacó al mismo tiempo al Diablito Echeverri y Nacho Fernández, los dos generadores de juego.

Por todo esto, Demichelis quedó nuevamente en el ojo de la tormenta. Como ya se dijo, no está en duda su cargo dado que tiene un gran respaldo de los dirigentes. Eso sí, la química con los hinchas sigue en descomposición y tal vez se haya llegado a un punto en que la única manera de recomponerla sea ganando la Copa Libertadores.



Fuente Clarin

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