No en vano a Grigor Dimitrov lo llamaban Baby Federer en el comienzo de su carrera. Por el asombroso parecido con ese elegante revés a una mano del suizo, pero también por las grandes condiciones que demostraba desde su adolescencia y que invitaban a imaginar en él a un futuro campeón de Grand Slam.

Le faltó continuidad para lograr cumplir con tan elevadas expectativas, pero esta semana en el Masters 1000 de Miami está demostrando que tiene el tenis para medirse (y ganarle) a los mejores tenistas del mundo. Y también exhibió su plasticidad dentro de la cancha, como se vio en el punto que selló su único quiebre en el tercer set frente a Alexander Zverev, al quedar tendido en el suelo después de ejecutar una volea decisiva.

Venía de dar el gran batacazo del torneo en cuartos de final al vencer con comodidad (6-2 y 6-4) a Carlos Alcaraz, número dos del mundo y máximo favorito a llevarse el título, y ahora eliminó en semifinales a Zverev (5°) por 6-4, 6-7 y 6-4 en dos horas y 35 minutos de juego en el Hard Rock Stadium. Además, antes había vencido al número 9 Hubert Hurkacz.

De esta manera, volverá al Top Ten después de cinco años y medio. Se aseguró desplazar a Alex Di Miñaur (10°) y al propio Hurkacz (9°) para ubicarse, como mínimo, en el noveno puesto del ranking ATP, mientras que escalará hasta la séptima colocación si consigue vencer a Jannik Sinner el domingo y ser campeón.

En caso de ganar, este será su segundo título de Masters 1000. El único que consiguió hasta el momento, en Cincinnati en 2017, fue en el marco de otra racha de tenis brillante por parte del búlgaro de 32 años, quien semanas mas adelante en aquel final de temporada fue campeón de las ATP Finals y llegó al tercer puesto del escalafón mundial. Mañana tendrá una nueva chance de recordar a Federer.



Fuente Clarin

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