Si se inscribía en una carrera, era para ganarla. Fuera una etapa de montaña, una definida en el sprint, una clásica o una Gran Vuelta, sólo le valía la victoria. Esa mentalidad depredadora, sumada a un dominio físico y técnico portentoso y a una dedicación inédita a la bicicleta, le valió a Eddy Merckx el apodo de “El Caníbal”, que nunca le gustó pero que sigue identificándolo hoy, en su 80° cumpleaños.
Merckx es ciclismo en estado puro y lo fue desde niño. Nació el 17 de junio de 1945 en la localidad flamenca de Meensel-Kiezegem y poco después se trasladó a la comuna bruselense de Woluwe-Sain-Pierre, donde sus padres regentaban una tienda de comestibles. El pequeño Eddy hacía entregas en bici y los vecinos ya lo apodaban “Tour de Francia”.
Animado por su padre, siguió en el mundo de la bicicleta hasta que a los 16 años ganó una carrera, la primera de 525, un récord que sigue vigente y parece llamado a perdurar, pues la gran bestia de los pedales de esta era, el esloveno Tadej Pogacar, lleva 99.

Merckx se alzó cinco veces con el Tour de Francia (1969, 1970, 1971, 1972 y 1974), otras cinco el Giro de Italia (1968, 1970, 1972, 1973 y 1974) y una la Vuelta a España (1973), además de coleccionar 64 etapas en Grandes Vueltas, tres Mundiales de ruta (1967, 1971 y 1974), 31 clásicas de un día, entre ellas siete veces la Milán-San Remo, y un sinfín de victorias parciales, carreras de una semana y triunfos en pista y ciclocrós.
Profesional entre 1965 y 1978, aquel Merckx que empezó su trayectoria en tiempos de blanco y negro y la terminó en portadas a color ha dejado para la historia un arsenal de récords y trofeos: nadie tiene tantas victorias, tantas vueltas y tantas clásicas.
Algunas marcas permanecen inalteradas pese al paso de las décadas y otras han cedido, como sus 34 victorias de etapa en el Tour que rebasó en 2024 el “sprinter” británico Mark Cavendish.
El dominio aplastante del belga quedó sintetizado en el Tour de 1969, cuando ganó la clasificación general, la de montaña, la de los puntos y seis etapas. Una masacre.
Descontando al dopado y descalificado estadounidense Lance Armstrong, el que más se acercó a tamaño palmarés sin trampas fue el francés Bernard Hinault, quien entre 1975 y 1986 también sumó cinco Tours de Francia, pero “sólo” tres Giros, dos Vueltas a España y dos Mundiales.
Lo sigue el español Miguel Induráin, quien se retiró con cinco Tours de Francia consecutivos, algo inédito, dos Giros y un segundo puesto en la Vuelta, además del récord de la hora, una plata en el Mundial de ruta y un oro en contrarreloj.

Pero Merckx hizo algo más que ganar y ganar. El belga, al que también llamaban “El ogro de Tervuren”, fue un pionero, el ciclista completo y definitivo.
Cambió la mentalidad en el ciclismo, la manera de entrenar, de comunicar y entender el deporte, una gesta comparable a las que protagonizaron décadas después Michael Jordan en el básquetbol o Roger Federer en el tenis.
Sirve de ejemplo su obsesión por revisar y ajustar cada pieza de la bicicleta, optimizando su herramienta como un coche de Fórmula 1 mucho antes de que el negocio del deporte adoptara de manera generalizada el concepto de “ganancia marginal”.
Gracias a esa mezcla de genialidad y disciplina, su nombre ha pasado a la historia de las leyendas del deporte que han llegado a convertirse en íconos culturales.
Pero no todos lo adoraban. El público francés lo abucheaba por robarle el suspenso a la ronda gala. “No me importaba que me odiaran. Yo no corría para gustar, sino para ganar”, diría años después un hombre tímido que siempre se sintió incómodo con la fama y las cámaras y que, tras colgar la bicicleta, rechazó ofertas para comentar carreras porque decía que a él le gustaba correr y no hablar.

Foto: AFP
En 1967 se casó con Claudine Acou, con quien tuvo dos hijos, Sabrina y Axel Merckx. Este último, también ciclista, logró un décimo puesto en el Tour de 1998 y una medalla olímpica de bronce para Bélgica en 2004.
El año de la boda de Eddy, el británico Tom Simpson falleció durante el ascenso al Mont Ventoux en 1967. Eran tiempos de incipiente dopaje y el propio Merckx vivió un momento oscuro en el Giro de 1969, cuando fue expulsado por dar un positivo en un control.
“El Caníbal” apareció llorando desconsolado en su habitación de hotel y negó categóricamente el fraude, extremo que creyó la familia del ciclismo, incluidos sus rivales: el italiano Felice Gimondi, que heredó la maglia rosa, rechazó enfundarse el maillot de líder y en el caso terminó parcialmente sobreseído.
Bélgica le rinde homenaje con libros, documentales y series especiales en los periódicos a un deportista que pocas veces aparece en los medios. La última vez fue en diciembre, cuando se rompió la cadera montando en bicicleta al caerse en un paso a nivel. “La próxima vez entrenaré con rueditas”, bromeó.