El lector avezado comprende hace tiempo que hay diferentes maneras de presentar como noticia un hecho que sucedió en la vida cotidiana. Si lee por ahí que “un nene de 10 años le ganó al mejor del mundo” en lo que fuere, sin dudar dirigirá su mirada por la intriga y el impacto de ese enunciado. Querrá saber más. Pero toda noticia necesita contexto y análisis para entender su porqué. La intención, entonces, es que cuando termine de leer estas líneas le quede claro que la victoria de Faustino Oro sobre Magnus Carlsen solamente puede asombrar y dejar estupefactos a quienes no conocen ni al protagonista argentino ni las variables que se dieron para que esto pasara. Empezando porque si no le ganó antes es porque jamás había tenido la suerte de enfrentar al noruego que resignó su título mundial de ajedrez para buscar motivación en otros lares.

¿Cómo se puede escribir “livianamente” -dirán los críticos- que es “normal” que un pibe que recién el 14 de octubre soplará 11 velitas le gane una partida al rey indiscutido del ajedrez desde hace 13 años ininterrumpidos? En primer lugar, porque Fausti no es un pibe cualquiera. Es un genio. Un prodigio con un don para elegidos. Un nene como otros que en la pandemia reventaba muebles con la pelota en su casa y al que sus padres lo tentaron con un tablero y 32 piezas: 16 blancas y 16 negras. No sacó nunca más la vista de esos escaques: los físicos y sobre todo los que se ven en la pantalla de la computadora.

Es un apasionado del ajedrez. Respira ajedrez. Ama el ajedrez. Quiere jugar todo el tiempo al ajedrez. Y allí es donde papá Alejandro y mamá Romina tienen una tarea tan monumental como amorosa: ni más ni menos que guiar a su hijo para que crezca como deben crecer a los 8, 9, 10 años, sabiendo al mismo tiempo que Fausti es una bestia del cálculo y de la táctica. Todo en envase chico.

¿Cómo que es “entendible” que le gane al crack actual y uno de los mejores de la historia de este juego milenario? En segundo lugar, porque Fausti fue el número uno del mundo a los 8 y a los 9 años. Y lo es con 10, con un ELO de 2.330 puntos. Le saca más de 100 puntos al estadounidense Ethan Guo, el segundo ajedrecista nacido en 2013 con más ranking. No tiene rivales a su edad y busca sí o sí jugar siempre contra mayores.

¿Pero por qué tiene que ser “normal” que venza a Magnus Carlsen? En tercer lugar, porque vive jugando -y derrotando- a grandes maestros en partidas online. Lo hizo contra varios de los mejores, incluido el estadounidense Hikaru Nakamura, número 3 del mundo, némesis del noruego por sus “picas” dialécticas y uno de los top a ritmo rápido blitz o “bullet”. En breve habrá que detenerse en qué significa esto.

¿En serio no debe asombrar que Fausti haya ganado? Debe asombrar pero hay que entenderlo. Porque, en cuarto lugar, el mundo del ajedrez internacional ya sabe quién es, lo respeta y lo espera con la guardia alta. Hay que aguantar la presión de que el sensacionalismo puro lo llame “el Messi del ajedrez”. Si las comparaciones son odiosas, ésta directamente es una estupidez. Cada deportista construye su camino en su disciplina a su modo y lo que necesita esta joya es ir paso a paso, guía de sus padres y consejos de entrenadores y maestros que lo enfrentan.

Pará, pará, ¿vos me querés seguir convenciendo de que lograr que Carlsen abandone ante un nene de 10 años es cosa de todos los días? Cosa de todos los días, no. Pero los prodigios del ajedrez mundial hacen estragos. Cada vez logran normas de gran maestro a más corta edad y tienen la facilidad del estudio online. El avance de la informática permitió tener a mano módulos extraterrestres y se usa inteligencia artificial para estudiar ajedrez. Esta es la quinta razón del porqué.

Así como los tenistas de mesa tienen horas de práctica dedicadas específicamente al saque, los púberes ajedrecistas pasan horas delante de una pantalla resolviendo problemas, apostando a golpes tácticos y entrenando el golpe de vista para que el razonamiento les aporte la visión de la posición de la partida y el camino hacia el triunfo.

¡Y dale con normalizar que lo hecho por Fausti no es de locos! Claro que no es de locos. Es de genios precoces y se da por todo lo expuesto y por más razones. La sexta es que el crack en envase chico ya dio un paso que los maestros argentinos solían dar de adultos: se fue a vivir a España. A Cataluña, precisamente. Uno de los centros con mayor concentración de clubes de ajedrez y sobre todo de competencias internacionales de renombre. Porque para ser mejor hay que enfrentar a los mejores. En cualquier deporte.

Mamá y papá renunciaron a sus trabajos de buena posición en pos del sueño de Fausti: ser gran maestro. Y allá fueron los tres, con la prioridad de vivir en familia, que el crío continúe su formación escolar y que entrene ajedrez y juegue casi todos los días. Lo mismo acaba de hacer la familia Fiorito: papá Fabián, maestro internacional, y mamá Roxana se asentaron en España con sus hijos Joaquín, maestro internacional, y Francisco, que pronto lo será al ritmo que va.

Y aparece el séptimo argumento nomás para intentar contextualizar por qué puede asombrar algo que el mundo del ajedrez sabía que iba a ocurrir. ¿Cómo le va a ganar a Carlsen si Fausti jamás lo había enfrentado? Pequeño detalle. Con ahorros de la vida, la familia logró que el pibe argentino se diera el lujo de competir en diciembre pasado en los Mundiales de partidas rápidas y blitz, en Uzbekistán. Su sueño justamente enfrentar a Magnus. No se dio. Pero sucedió recién este sábado en un torneo online a ritmo “bullet”.

¿Lo qué? Bienvenidos a la octava razón que cimenta esta noticia: el ritmo de la partida. El objetivo no es aburrir sino ser pedagógicos, porque quienes están lejos del ajedrez pueden pensar que se juega siempre con el mismo tiempo en los relojes digitales. Con el mismo ritmo, como se conoce en la jerga. No.

El “ajedrez pensado”, con partidas que pueden durar hasta siete horas, es el más tradicional, el de los matches por el título mundial, el difícilmente televisivo -salvo en Noruega-, el que llevó a generaciones a estigmatizar a los jóvenes ajedrecistas como “aburridos”. Jaque mate a esa zoncera. Pero es el ajedrez pensado el que otorga las normas a los títulos: de maestro FIDE a gran maestro. Y en este ritmo a Fausti le queda lógicamente un largo camino por recorrer: lo comprobó en enero, cuando quedó ultimo entre diez “young masters” (tal el nombre del torneo), en Arabia Saudita. Claro que algunos de sus rivales le sacaban 300 puntos de diferencia. Y esa distancia en ese ritmo se nota.

Faustino Oro, el genio del ajedrez.Faustino Oro, el genio del ajedrez.

Pero el ajedrez se disputa a múltiples ritmos y el cambio de era, el vértigo y la irrupción de plataformas online para jugar potenciaron partidas rápidas, blitz y “bullet” (bala). El ritmo rápido puede variar, pero el Mundial -por ejemplo- se juega a 15 minutos por jugador, más 10 segundos por movida. El incremento de tiempo es un factor clave, porque el jugador sabe que apenas mueve una pieza se le suman segundos para seguir pensando.

El ritmo “blitz” o relámpago es a 3 minutos, más 2 segundos por movida. Furor en torneos jugados por celular en los bondis. Pero existe el summum de la velocidad: el ritmo “bullet” o bala, a 1 minuto “a finish”. Sin incremento. Y éste fue el ritmo al que jugaron Carlsen y Oro en el Bullet Brawl de Chess.com, donde el argentino finalizó 21° y el noruego, 30°.

Novena razón del triunfo. En una partida “bullet” todo es velocidad. Si se repasa el video del duelo, hay movidas que se hacen tan rápido que el ojo no las detecta. Y los errores son moneda corriente. ¿Cómo se va a equivocar el mejor de todos? Por suerte el ser humano es falible y no una máquina. Entonces aparecen los errores. La primera falla de Carlsen fue proponer un cambio de damas que lo llevaba a perder un peón. “Si pierdo esto me tengo que retirar del ajedrez”, se lo escuchó decir a Fausti en la transmisión en vivo de su partida. Movidas más tarde, se dio vuelta la taba: “Estoy cerca de perder”.

Hasta que de repente, inexplicablemente, Carlsen ubicó el caballo en una casilla en la que se lo comerían enseguida. Se “colgó”, como se dice en la jerga. ¡Pero cómo se va a dejar un caballo a merced del rival para que lo zampe tranquilamente! Porque es una partida “bullet” y se juega a un ritmo tan frenético que llega un momento en el que más que ajedrez parece una batalla de clicks en el mouse. Un show online. Que hay que saber hacerle partida a Magnus… ¡Pero claro! Y de la calidad de Fausti pueden dar cuenta infinidad de maestros.

El pibe de oro jugará dos torneos a ritmo pensado. Desde este miércoles 27 al lunes 1° de abril, el VIII Abierto Internacional de Semana Santa, en San Vicente del Raspeig, cerca de Alicante. Y del 2 al 7 de abril competirá en el III Open Chess Menorca. Las invitaciones le llueven y sus padres eligen con cuidado. No es cuestión de marearse ni de apurar pasos.

Faustino Oro no para de ejercitarse. Foto:Costanza NiscovolosFaustino Oro no para de ejercitarse. Foto:Costanza Niscovolos

“Un nene de 10 años le ganó al mejor del mundo”. Si ahora el lector avezado entiende por qué sucedió lo que sucedió, misión cumplida. A los milagros hay que ayudarlos con trabajo. Otra receta no hay.

Ah, falta la décima razón del triunfo de Faustino Oro sobre Magnus Carlsen. Su temperamento. Su sangre fría. Su mirada letal sobre el tablero y sobre el rival. Su desfachatez. Aún puede ser el maestro internacional más joven de la historia, logro en poder del estadounidense Abhimanyu Mishra a los 10 años, 9 meses y días. Pero la dedicación de Fausti va hacia un solo objetivo final: ser gran maestro. Mishra lo consiguió a una edad récord de 12 años, 4 meses y 25 días. Tiempo al tiempo, claro. Aunque Faustino Oro ya ha vencido al tiempo tantas veces que…



Fuente Clarin

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