En un país como Argentina, donde el deporte y el fútbol forman parte de su ADN cultural, fortalecer a los clubes de barrio no debería ser una consigna romántica, sino una política pública activa. Porque cuando hablamos de clubes, no hablamos solo de canchas: hablamos de comunidad, de contención, de identidad. Y también, de oportunidades.
Los clubes de barrio enfrentan un doble desafío: sostener su funcionamiento diario en un contexto económico desafiante y, al mismo tiempo, seguir cumpliendo su rol esencial como espacios de integración, salud y desarrollo humano, en un tiempo donde el sedentarismo infantil se multiplica y las desigualdades se profundizan.
La raíz del sistema deportivo argentino está en cada barrio, en cada pueblo, en esos clubes que muchas veces no tienen sede propia, pero existen. Son espacios donde se enseña a jugar, pero sobre todo a ser parte. Donde se construyen identidades, se traman vínculos y se sostiene la esperanza. Son, como dijo el entrenador de vóley Daniel Castellani al contar una anécdota con un funcionario polaco, la explicación más honesta de lo que muchos llaman el “milagro argentino” del deporte: “Es por la pasión y los clubes de barrio”. El mejor ejemplo es nuestra selección de fútbol, campeona en Qatar, cuyos 26 jugadores iniciaron su carrera deportiva en clubes de barrio.
En momentos de ruptura del tejido social y de los entramados familiares, el club es muchas veces el último eslabón de integración comunitaria. El potrero -ese terreno tan nuestro- puede ser también un espacio pedagógico si está acompañado de manera institucionalizada. Porque allí aparece el deseo, y donde hay deseo hay posibilidad de educar, de formar, de cuidar.
Según la Encuesta Nacional sobre Actividad Física y Deporte (2023), el 56% de la población argentina está o estuvo alguna vez asociada a un club. El 73% de los clubes de barrio presta sus instalaciones a instituciones públicas como escuelas u hospitales, muchas veces de forma gratuita. Además, más de 250.000 personas participan en sus actividades no deportivas: comedores, ferias, apoyo escolar, asistencia en salud o violencia de género. Estos datos hablan de una red viva que sigue latiendo en cada rincón de la Argentina.
Desde Fundación River Plate queremos hacer nuestro aporte. Por eso impulsamos la séptima edición del Premio Fundación River Adidas (fundacionriver.org.ar/premio), una convocatoria nacional para visibilizar y fortalecer clubes, escuelitas de fútbol y organizaciones que usan el deporte como motor de transformación. Además del apoyo económico, el premio incluye un acompañamiento anual para trabajar juntos en el fortalecimiento institucional. Porque sabemos que el capital más valioso de estos espacios es el humano, que sostiene diariamente con pasión e ingenio la vigencia de los clubes.
Los resultados de las ediciones anteriores atestiguan su potencia. En Desaguadero, Mendoza, el club ganador construyó una sala de oficios para que los jóvenes no se vayan del pueblo. En Villars, Buenos Aires, pudieron cerrar con alambrado la cancha y empezar a competir en la liga regional. En Coropampa, Salta, el premio trajo confianza, visibilidad y dignidad: un año atrás, la cancha no tenía nombre, ni servicios; hoy tiene luz, agua y hasta calle propia. El premio no resuelve todo, pero empuja. Y ese empujón muchas veces alcanza para que una comunidad se anime a creer en sí misma e inicie un proceso de crecimiento institucional.
Lo confirma también la evidencia internacional: el deporte mejora la salud física y mental, opera como espacio de contención, previene conductas de riesgo, promueve la inclusión social, fortalece vínculos y potencia aprendizajes. Pero nada de eso ocurre sin instituciones que lo hagan posible. En gran parte del país, esas instituciones son los clubes de barrio.
Este premio viene también a reivindicar el rol de River Plate como club social por excelencia. Si bien el fútbol ocupa un lugar preponderante, también se desarrollan 47 disciplinas deportivas, contando hoy en día con 5 mil deportistas federados, y con 17 mil socios que realizan actividades deportivas por año, ya sea de forma recreativa o profesional. Un club con 350 mil asociados, donde conviven la práctica deportiva al más alto rendimiento, con actividades sociales recreativas, con un colegio con más de mil alumnos, todo esto administrado de manera eficiente en un formato de asociación civil sin fines de lucro. Como cada club de barrio que hay en cada pueblo de la Argentina.
Si queremos construir una sociedad más desarrollada, democrática y sostenible, tenemos que apostar al deporte como herramienta de transformación individual y social. Y a los clubes como espacios estratégicos para fortalecer el tejido comunitario. Escuela y club: esa es la base.
En lugar de preguntarnos si vale la pena apoyarlos, deberíamos preguntarnos si podemos permitirnos no hacerlo.
Felipe Llorente y Lucía de la Vega (Secretario y Directora Ejecutiva de la Fundación River Plate)