Juan Román Riquelme tiene carisma. Una cualidad con la que se nace, como el inmenso talento que tiene para jugar a la pelota y también para comandar al club más popular de la Argentina. El presidente de Boca Junior agarra el micrófono en el Sports Bar del Hard Rock Guitar Hotel, sí el que tiene un edificio enorme con forma de una guitarra Les Paul, y se pone a cantar: «Yo, soy bostero, es un sentimiento, no puedo parar», y la gente enloquece.
Román brindó una conferencia de prensa junto a Eric Martino, el presidente de Hard Rock para Latinoamérica, en la que anunció la firma de un convenio muy favorable para Boca: a partir de 2026, la marca estadounidense inaugurará un restaurante con capacidad para 270 personas en la Bombonera, una reforma para llevar al estadio a otro nivel, a la modernización de la cancha, pero conservando su esencia y su historia. Eric tiene una sonrisa enorme y sostiene la camiseta de Boca con el 10 y su nombre en la espalda; Román sonríe de impecable saco y remera negras, mientras sostiene una guitarra con las dos manos: «La voy a poner en mi oficina», bromea.
El presidente de Boca termina su presentación y baja del escenario para firmar autógrafos y sacarse diez, cien, mil fotos con los hinchas. De fondo, se escucha el sonido de los tragamonedas y sus apostadores, hipnotizados e indiferentes a la figura de uno de los futbolistas más reconocidos del mundo.
“Será un gran partido, es un gran rival, los muchachos quieren que llegue el partido, esperemos hacerlo bien y que podamos darle una alegría a los hinchas”, dice Riquelme frente al micrófono de Clarín. La ilusión es enorme y el equipo de Miguel Angel Russo debuta este lunes en el Mundial de Clubes con la necesidad de cambiar la cara respecto a lo exhibido el último semestre. «Al hincha de Boca lo amo», dijo Román mientras le comentaban que en South Beach los hinchas organizaban un banderazo histórico.