La información de la ATP se refirió a un chico de apenas 16 años, 1.034° en el ranking mundial y cuya mejor actuación en la temporada había sido llegar a las semifinales de un M15 en Torello, un torneo correspondiente al escalón más bajo del profesionalismo. También, que está octavo en el ranking junior y que su debut en el Masters 1000 de Miami del miércoles le permitió ser el quinto tenista más joven de la historia en jugar un torneo de esa categoría. Además indicó que fue semifinalista en el torneo junior de Wimbledon del año pasado y que un mes antes había eliminado en la primera ronda de Roland Garros al número 1, el mexicano Rodrigo Pacheco. ¿Más datos? Agregó que se entrena en la academia de Juan Carlos Ferrero y que allí habitualmente comparte prácticas con Carlos Alcaraz, nada menos. Pero antes de perder en su presentación en uno de los torneos más importantes del calendario frente al checo Thomas Machac, de lo que no se habló alrededor del zurdo estadounidense Darwin Blanch es de su fuerte vínculo con Argentina.
Blanch es el menor de cuatro hermanos nacidos en Estados Unidos pero a quienes las vueltas de la vida los llevaron por buena parte del mundo persiguiendo el sueño de ser tenistas profesionales. Al principio la familia estuvo atada al trabajo de su padre. Español y CEO de Coca Cola en Tailandia, en Bangkok los chicos empezaron a jugar con profesores argentinos y desde la capital tailandesa uno a uno fueron viniendo a nuestro país y se instalaron en Buenos Aires.
El primero en llegar fue Ulises, el mayor, que recaló en el CET, un centro de entrenamiento que funcionaba en el Tiro Federal Argentino dirigido por Daniel García, Roberto Graetz (ambos ex capitanes del equipo de Copa Davis) y Claudio Mena. Al principio se alojó en la casa de Camilo Ugo, hoy 112° en el ranking, y allí vivió durante un año y medio. Con un gran saque, jugaba bien Ulises Blanch, lo convocó la Asociación de Tenis de Estados Unidos y hasta llegó a ser semifinalista junior en Wimbledon, aunque después algunas lesiones retrasaron su crecimiento.
A un año del desembarco del primero de los Blanch llegaron el padre y sus otros tres hijos: Dali, Kristal y Darwin. Compraron un departamento frente al CET y cada uno fue forjando su carrera con entrenadores del propio centro: Dali fue finalista del Orange Bowl y, como Ulises, hoy juega challengers. Ulises tiene 25 años y está 482° en la ATP y Dali es cuatro años menor y se ubica 654°; Kristal, la única mujer, se desempeña en el tenis universitario estadounidense.
A Darwin Blanch, el chico de esta historia, lo tomó Daniel García a los 9 años y de inmediato empezó a ganar torneos en Argentina en la categoría preinfantiles. De inmediato el CET le puso un entrenador particular para él y Martín Pérez comenzó a acompañarlo. Hasta que llegó la pandemia. Y todo cambió, por supuesto. En marzo de 2020 el padre decidió irse a Australia y con él se fueron los chicos junto a Mauricio Pérez Mota, otro entrenador de la academia.
Estuvieron menos de un mes en ese país y otra vez a armar las valijas rumbo a Taiwán, adonde se quedaron medio año. Cuando el Covid-19 aflojó y el tenis volvió a jugarse en Europa, Darwin Blanch se fue a Manacor para entrenarse en la academia de Rafael Nadal y de allí a Villena, Alicante, para quedar a las órdenes de Ferrero y convivir día a día con uno de los mejores jugadores del mundo como Alcaraz.
Con un muy buen saque y un muy buen drive; con una muy buena altura para su edad (1,90 metros) y una gran movilidad para su tamaño -una virtud que no tenía de chico-, Blanch recibió la invitación especial para jugar en Miami. Hubo tres razones para ese wild card: su nacionalidad estadounidense, su condición de junior top en el mundo y la mano de Albert Molina, el manager de Alcaraz que también maneja los intereses de la academia de Ferrero. Qué pasará con el chico en el futuro nadie lo sabe. Pero de lo que sí hay certeza absoluta es de que hay argentinos que estarán muy atentos a su evolución.