Habían pasado pocas horas del lamentable hecho del gas pimienta y en River había bronca y preocupación por el estado de salud de los jugadores. Entonces, la dirigencia tomó rápidamente la decisión de viajar a Paraguay para llevar toda la documentación correspondiente a la Conmebol luego de un cónclave entre la mesa chica dirigencial que hubo ya en la madrugada del 15 de mayo en el Monumental, después de regresar de la Bombonera junto al plantel. Eran más de las 3 de la mañana y se tomó la decisión de que Ignacio Villarroel, abogado, entonces vocal y a cargo del Departamento de Legales de la institución, viajara lo antes posible. Así fue cómo se fue a su casa, se bañó, se cambió, armó una pequeña valija, acomodó la documentación en una carpeta y se dirigió al aeropuerto. Sin dormir. Allí dejó su auto. A las 9 de la mañana ya estaba en Paraguay.

Entre los papeles que Villarroel se llevó estaban los certificados que los médicos hicieron en el hospital Ramos Mejía, donde constataban la atención de los jugadores más afectados y sus lesiones producidas por la sustancia que les arrojaron en el ataque de Adrián El Panadero Napolitano y compañía, luego de haber roto el alambrado en la bandeja inferior de la tribuna que da a Casa Amarilla.

“Lo que se hizo es lo que se tenía que hacer. Es lo que River hace siempre, que es actuar en todos los campos de modo profesional, más allá de que el cuerpo estaba con la sangre caliente. Porque todo lo que hicimos aquella noche se hizo profesionalmente para proteger y custodiar al plantel del vandalismo y la barbaridad que estaba pasando esa noche”, comenta Villarroel, hoy vicepresidente segundo del club, a Clarín, al recordar los hechos de aquella noche.

Y siguió: “Actuamos en consecuencia, no pretendíamos ganar un partido en el escritorio, sino que se tomaran las medidas para castigar a los que cometieron el hecho para que lo que pasó ahí no quedara impune, para que no pase de largo, porque no fue algo liviano lo que pasó. Había peligro de integridad física de los jugadores y había un nivel de locura y de violencia que por suerte no pasó más que lo que sucedió, pero uno no podía tomarlo a la ligera. Había que actuar para que haya una sanción y para prevenir hacia futuro. Desde el punto de vista institucional, lo que se hizo fue analizar legalmente, recolectar las pruebas de las consecuencias de los agravios y del vandalismo y recurrir a Conmebol para que tomen las medias que sean necesarias porque lo que había pasado era extradeportivo”.

Y sobre la decisión de la entidad sudamericana, remarcó: “La Conmebol actuó sancionatoriamente para lo que pasó desde el punto de vista jurídico y preventivamente para evitar que el hecho de violencia se normalice”.

-¿A 10 años, sienten que fue premeditado el hecho?

-Hubo algo que medianamente estuvo armado, entre la salida al campo de juego, el gas pimienta, el dron con la sábana (en forma de fantasma con la “B”)…Estaba de alguna manera orquestado, y no se sabía si terminaba con el gas pimienta o se venía algo más. Esa fue la mayor preocupación. Había temor por la salud de los jugadores, no sabíamos dónde podía terminar el episodio. Y recuerdo que el presidente de Boca (Daniel) Angelici estuvo muy predispuesto y colaborativo, no así lamentablemente el plantel y el cuerpo técnico. Fue muy fuerte ver las imágenes de los jugadores de Boca formándose para jugar cuando sus colegas sufrían consecuencias de salud.

-D’Onofrio dijo que por la salud de los jugadores entró a la cancha. ¿Cómo ves esa situación en el tiempo?

-Se entiende la entrada a la cancha de D’Onofrio. River es un club que cuando va a la cancha es una delegación que vamos todos juntos y cuando vemos que a muchos de los que fuimos les está pasando algo, tenemos responsabilidades. D’Oonofrio tomó la decisión de conocer en primera persona lo que estaba pasando y cerciorarse de lo que le dijo el oculista (Roberto) Zaldívar, un especialista, que le manifestó que todo podía ser peor. Hizo lo que había que hacer. Y como club también hicimos lo que había que hacer después. Trajimos un escribano y médicos que certificaron las heridas. No podíamos mirar al costado en un episodio de violencia y barbarie de esa magnitud.



Fuente Clarin

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