¿Qué habrá sido primero? ¿El huevo o la gallina? ¿La denuncia de una empleada de Red Bull contra Christian Horner por “conducta inapropiada” fue la gota que se necesitaba para posar las miradas en el jefe de la escudería que domina esta era de la Fórmula 1 o se convirtió en la excusa perfecta para que las feroces internas desde las entrañas del averno estallaran en público?

Lo concreto es que desde que a comienzos de febrero se destapó este affaire escandaloso en Red Bull, el efecto dominó de este todos contra todos es fortísimo.

Horner negó las acusaciones. A Max Verstappen se lo vio más serio que de costumbre. Toto Wolff, la némesis de Christian, aprovechó y lanzó dardos: “Defendemos la inclusión, la igualdad, la equidad, la diversidad. Y no se trata sólo de hablar sino de vivirlo día a día”. Jos, el padre de Mad Max, lanzó en la prensa: “Se está haciendo la víctima cuando es quien causa los problemas. Si sigue (por Horner), el equipo va a explotar”. Y habló acaloradamente con él en el Gran Premio de Bahrein, donde Christian llegó de la mano de su esposa Geri Halliwell, con quien la prensa amarilla británica se hizo un picnic.

Horner sintió alivio al ser desestimada la denuncia de la empleada, a la postre suspendida en su trabajo. Al asesor deportivo Helmut Marko lo acusaron de haber filtrado todo, lo negó y quedó en la mira. “Si se va Helmut, se va Max”, se escuchó en el box de Red Bull. Y para colmo ahora se habla de una interna entre los accionistas mayoritarios de la compañía de bebidas energéticas, de origen tailandés, con los minoritarios de origen austríaco.

Menos mal que Verstappen y Sergio Pérez le dieron sendos “1-2” a la escudería en Sakhir y en Jeddah, donde el poderío de sus autos se demostró inalcanzable para el resto de los mortales… y de los fierros. Tanto que en el comienzo de su vigésima temporada en la Fórmula 1, Red Bull acumula seis campeonatos de constructores y llegó en Arabia Saudita a las 115 victorias. No solamente pasó por una a Williams para escalar al cuarto puesto sino que este año superará el tercer lugar de Mercedes, que aguarda lo inevitable con 125 triunfos.

Paradoja de estos tiempos: la imagen prolijamente construida durante años con resultados, política de comunicación, diseño de excelencia y pilotos con cojones se despedaza en días cuando un engranaje se queda trabado y destapa que en realidad no sólo allí faltaba lubricante sino unión de verdad.

Sobre llovido, mojado. Como Wolff se quedará sin Lewis Hamilton, quien se vestirá en 2025 con el rojo Ferrari, cada vez que puede el austríaco de 52 años mete cizaña para ver si rompe la cuña Verstappen-Red Bull, ligados hasta 2028 por contrato. “Me encantaría tener a Max, porque no hay equipo que no iría por él”, dijo. Horner -bien bicho él- respondió: “Es natural que todos los equipos tengan ese deseo de contratar al mejor piloto. A todos los equipos les gustaría tener a Max, pero los mejores pilotos siempre quieren estar en los mejores coches”.

Max Verstappen y Christian Horner, en el box de Red Bull en Jeddah.
Foto AFPMax Verstappen y Christian Horner, en el box de Red Bull en Jeddah.
Foto AFP

El futuro de Max Verstappen

Hasta ahí, todo bien. Pero… “Max es un miembro importante y valioso del equipo”, señaló como si hiciera falta sobre el tricampeón, que con 56 Grandes Premios es el tercer piloto más ganador de la historia en la F1. En Jeddah llegó a los nueve triunfos seguidos y al 36° en las últimas 46 carreras. Inapelable el talentoso y temperamental.

Pero tenía ganas de hablar el envalentonado Horner y desató otra catarata de especulaciones. “Es un piloto maravilloso, pero somos un equipo y ningún individuo es más grande que el equipo. Este equipo tiene 1.400 personas y cada una tiene un rol que cumplir”.

Y cuando le preguntaron en Arabia Saudita si está seguro que Max cumplirá su contrato, primero se mostró confiado, pero luego sostuvo algo inevitable: “Es como cualquier cosa en la vida: no podés obligar a alguien a estar en un lugar solo por un trozo de papel. Si alguien no quiere estar en este equipo, no lo vamos a obligar. Eso se aplica tanto si se trata de un mecánico, un diseñador o cualquiera en este negocio”.

Y como esto es un gran negocio deportivo y de entretenimiento, los intereses son tan grandes que la verdad puede ser construida a piaccere, sobre todo si se siembran rumores o se dan notas adrede para visibilizar temas en la agenda. Aquí sucedió tal cual, de manual.

Varios reportes en la prensa especializada, mayormente británica y alemana, hablaron de que el puesto de Marko estuvo en jaque durante un día en la previa de Jeddah por hacerlo responsable de filtraciones sobre el “caso Horner”.

Antes de la carrera, en la emisora pública austríaca ORF, Marko rechazó las acusaciones e insinuó que lo querían hundir. “Estoy feliz solo de tener mi iPhone medio controlado. Me he mantenido deliberadamente al margen. Asociarme con eso fue casi una operación planeada y astuta”, señaló quien luego de reunirse con el director ejecutivo de la casa matriz Red Bull GmbH, Oliver Mintzlaff, dio por terminado el run-run.

Christian Horner, su esposa Geri Halliwell y el tailandés Chalerm Yoovidhya, heredero del imperio Red Bull.
Foto AFPChristian Horner, su esposa Geri Halliwell y el tailandés Chalerm Yoovidhya, heredero del imperio Red Bull.
Foto AFP

Horner está de parabienes con Chalerm Yoovidhya, el heredero de Chaleo, el tailandés que creó Red Bull junto al austríaco Dietrich Mateschitz. Por eso es que sigue en su puesto. Se hizo el desentendido sobre los rumores acerca de Marko: “A sus 80 años, sigue motivado por la F1, lo cual es positivo. Mi relación con Helmut no es un problema. Siempre es franco. No sé muy bien de dónde han salido los rumores. No es algo en lo que yo haya estado involucrado”.

Pero el jefe de equipo tiene la cancha marcada. Jos Verstappen insistió en un rally en Bélgica que “es muy importante que Helmut se quede en el equipo” y le dijo al Daily Mail: “Me solidarizo con la mujer (denunciante y suspendida). Christian tiene el apoyo del propietario tailandés, así que creo que se quedará el resto de la temporada”.

Honda, la firma japonesa que provee motores a Red Bull, quiere que todo sea impoluto alrededor del equipo. Y Ford, que unirá fuerzas con el equipo en 2026, tampoco quiere lola.

Es más, según BBC Sport, el pedido de transparencia a la escudería con base en Milton Keynes llegó hasta el Parlamento británico, donde Sir Keir Starmer, líder de la oposición laborista, fue claro: “Cuando se hacen acusaciones, deben ser tomadas en serio”.

Hermoso el clima de trabajo en Red Bull Racing, ¿no?



Fuente Clarin

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