«Es una vergüenza para el fútbol«, dijo Braian Romero, visiblemente caliente tras el empate de Vélez que perdió dos puntos en su carrera al título frente a Deportivo Riestra que hasta se dio el lujo de hacer una movida de marketing y poner durante 78 segundos al streamer Spreen. «Una falta de respeto total a los jugadores«, se sumó Juan Sebastián Verón. Y los medios del mundo reflejaron asombrados la noticia. A pesar del papelón, para Víctor Stinfale el objetivo estaba cumplido. Es que, hace años que el gerenciador del equipo del Bajo Flores, se aferra a aquel viejo axioma pronunciado por Salvador Dali: «Bien o mal, lo importante es que hablen de mí».
Fue Marcelo Tinelli el que le sugirió a Stinfale que tomara el mando de Deportivo Riestra, un club fundado en 1931, conocido como Los Malevos de Pompeya. En 2012 llegó a un acuerdo de palabra, sin nada firmado, según contó el entonces presidente José Tirri. Cinco años después, el equipo que casi desaparece en la Primera D festejó el ascenso a la B Nacional, la antesala de la Primera División a la que ascendió en 2023. Un sprint salvaje hacia la máxima categoría.
Alguna vez, alguien bautizó a Stinfale como «el abogado del diablo». Y él nunca renegó de esa fama: “Si Hitler me da un millón de dólares, lo defiendo”, le dijo sin ponerse colorado a Luis Majul en una entrevista televisiva . Y ejemplos sobran.
Luis “El Gordo” Valor, el famoso asaltante de bancos y jefe de una superbanda dedicada a delinquir en grande, fue uno de los clientes de Stinfale. Pero no fue al único que defendió, claro. También tuvo como «clientes VIP» a José Barritta, el ya fallecido líder de La Doce, la barra brava de Boca; a William Schlenker, integrante de Los Borrachos del Tablón preso por el crimen de Gonzalo Acro; a Luciano Garbellano, amigo del exjuez federal Norberto Oyarbide y regente de -por lo menos- dos prostíbulos: Spartacus y Reverse; al traficante de armas sirio Monzer Al Kassar, amigo del expresidente Carlos Menem; y al ex policía Carlos Telleldín, acusado de armar la camioneta que se usó en el atentado contra la AMIA, cuando terminó imputado por gestionar un soborno. Junto a otros tres abogados que actuaron en el caso por el atentado a la mutual judía, el Comité de Disciplina del Colegio Público de Abogados lo sancionó un año por las irregularidades cometidas durante el juicio.
Pocos saben que Stinfale fue un futbolista fracasado que hizo carrera en derecho. De joven, fue arquero de Nueva Chicago -hasta llegó a ser suplente de la Primera División en 1984 y jugó el Torneo Esperanzas-, donde tuvo como compañeros a Héctor «Pocholo» Sánchez o Gustavo «Pino» González, figuras del club de Mataderos. Más tarde pasó a Platense y se retiró de la actividad. Sigue las enseñanzas del fallecido gurú del marketing Jack Trout y su lema: “Ser el primero es preferible a ser el mejor”. Su libro de cabecera es El arte de la guerra, de Sun Tzu. Y su frase predilecta: «Ser sin figurar».
Fue abogado de Diego Maradona y siguió siendo su amigo hasta sus últimos días. Cuando se metió en Deportivo Riestra, llevó al club la publicidad de Speed, la ropa de Adidas, y a su -entonces- cliente más famoso. El ex futbolista campeón del mundo en México 86 y DT de la Selección Argentina en Sudáfrica 2010 quedó muy ligado al club para el que Stinfale compró el predio de La Candela, en San Justo, que perteneció a Boca, en una operación de ocho cifras y en dólares. Ambientó el lugar con gigantografías del Diez en cada habitación y fue el artífice de aplicar un régimen casi militar de entrenamientos donde los futbolistas se levantaban a las 3 de la madrugada y cumplían cuatro sesiones de prácticas altamente exigentes.
Maradona dirigió entrenamientos del club en La Candela, dio charlas y hasta presenció partidos en un «palco» del estadio Guillermo Laza, el del campo de «las áreas a medida» (una medía más que la otra), junto a su última pareja, Rocío Oliva. Hasta brindó una emotiva arenga antes de la final contra Comunicaciones por el ascenso a la hoy Primera Nacional. En ese estadio de Villa Soldati fue donde, en plena pandemia, un grupo de futbolistas y el cuerpo técnico rompieron la cuarentena, violaron el ASPO (aislamiento social, preventivo y obligatorio) decretado por el Gobierno Nacional y jugaron un «picadito»…
En 2017, Riestra vivió un verdadero escándalo con Comunicaciones. El Malevo estaba a cinco minutos de ascender cuando un jugador que no había sido convocado invadió el campo de juego y comenzó a correr a los jugadores del equipo rival para que el árbitro suspendiera el encuentro y provocar el Ascenso del club del Bajo Flores que ganaba 2-1 en el resultado global. La AFA le aplicó una quita de 20 puntos por la situación, aunque luego recortó la sanción a 10 unidades con el curioso argumento, entre otros, de que Riestra había «reconocido la responsabilidad que le cupo en los hechos expresando el repudio a la invasión del campo de juego y aceptando la aplicación de las normas legales que conllevan la sanción».
El equipo perdió la categoría, aunque volvió a subir en la temporada siguiente, 2018/19, beneficiado por la decisión de la AFA de -en pleno campeonato- llevar de dos a cinco los ascensos en la Primera B Metropolitana.
Un hecho oscuro mantuvo a Stinfale 70 días en la cárcel. El 3 de mayo de 2016, el abogado, empresario y gerenciador se presentó ante la Justicia y quedó detenido tras negarse a declarar ante el juez federal Sebastián Casanello en el marco de la causa en que se investigaba la muerte de cinco jóvenes en la fiesta electrónica Time Warp en Costa Salguero, que se hizo el 16 de abril de aquel año.
El fiscal federal Federico Delgado había afirmado en su dictamen, en el que había pedido la detención, que Stinfale «ejerció el señorío sobre la organización» de la fiesta. Para Delgado, había pruebas de que Stinfale fue uno de los principales organizadores de la fiesta y que una empresa cuya titularidad le atribuye, «Energy Group», era la proveedora de las bebidas.
A principios de julio de ese año, la Cámara Federal ordenó excarcelarlo. Al final, la Justicia sobreseyó a Stinfale, quien estuvo preso esos 70 días en la cárcel de Marcos Paz, y que estaba acusado de “facilitación de un lugar para la comercialización de estupefacientes, homicidio culposo y lesiones graves culposas”.
Stinfale tenía entre ceja y ceja al fallecido Delgado, al que calificó como «un cobarde y un delincuente». Pero fue más allá en sus dichos: «Yo me voy a cargar al fiscal Delgado», sentenció, al sostener -en una entrevista con Alejandro Fantino- que «a él nunca le interesó esclarecer el hecho, con cinco pibes muertos». Visiblemente ofuscado, siguió disparando: afirmó que «Delgado violó todos los secretos de sumario» de la causa y lo acusó de ser un «adicto a los medios de comunicación» porque «habló con todos los programas de chimentos para hacerse famoso y conocido».
«Este tipo mentiroso no le contó a nadie que yo lo denuncié por cinco delitos en el juzgado federal 8. No le contó a nadie que está siendo investigado y que tiene pedido de entrecruzamiento de teléfonos. Este tipo termina en indagatoria. Termina procesado», sentenció Stinfale. Delgado murió a fines de agosto de 2023 a los 54 años.
En el vestuario de Riestra no se escucha cumbia sino solo música electrónica, una de las debilidades del gerenciador. Y, con la excusa de promocionar la latita de energizante, transformó las previas en las canchas del Malevo en un verdadero boliche, con la flamante DJ, Liz Gámez, la nieta del histórico Raúl Pistola Gámez.
En enero, Riestra su pretemporada militar, entrenando desde las 3 de la mañana hasta las diez, en las playas de Pinamar. La noticia provocó el efecto buscado y en los medios todos hablaron del equipo de Stinfale.
Hace unos días, el Ogro Fabbiani explicó por qué iba a poner al influencer Spreen en un partido de fútbol profesional: «El vende latitas y a mí me paga la latita», dijo el ex River sin eufemismos. Y este lunes, los 78 segundos en los que el chico súper popular en Youtube y las redes estuvo en cancha provocaron la indignación del mundo del fútbol.
Pero, como reza la frase de Dalí, «No importa que hablen bien o mal, lo importante es que hablen de mí».