No hubo épica finalmente en Núñez. Lejos estuvo River de poder concretarla, porque pasó de la ilusión a la decepción por quedarse eliminado de la Copa Libertadores tras el 0-0 con Atlético Mineiro y así perderse no solo la posibilidad de jugar una nueva final del máximo torneo continental, sino también la inmejorable chance de definirla en su casa y ante sus hinchas. Lo ocurrido, lógicamente, abre el interrogante acerca del futuro del plantel, con el Mundial de Clubes en junio en la mira.
Más allá del ímpetu y la voluntad que puso para tratar de revertir una situación muy complicada tras el 0-3 en la ida, River no pudo convertir ninguno de los tres goles que necesitaba para al menos ir a los penales. Se dijo toda la semana: ¿cómo haría para lograrlo si no hace goles? En los 5 partidos anteriores a esta noche de martes en el Monumental, solo marcó 1. Y fue de penal (de Miguel Borja a Vélez).
River pagó caro los errores en Belo Horizonte, donde no estuvo a la altura y allí perdió la serie. Mereció un poco más en Núñez pero chocó contra Everson y también frente a su impericia para definir.
A pesar de la eliminación, en las tribunas no hubo reproches. Los hinchas terminaron cantando y revoleando las remeras, mostrando el orgullo por la camiseta. “Por ese amor, yo te aliento desde la cuna hasta el cajón, porque yo dejo todo por salir campeón…Y al jugador que deje la vida por estos colores…”, tronó desde los cuatro costados. Y siguió: “No me importan esos malos resultados porque yo a River lo quiero de verdad”.
La despedida fue un concierto de canciones y de bengalas. Como había sido al principio, aunque potenciado por la ilusión de revertir la historia. El Monumental fue un infierno. La gente de River hizo el mejor recibimiento de la historia. Estuvo a la altura -y tal vez lo superó- al de la final de la Libertadores de 1996 cuando venció al América de Cali y levantó la Copa por segunda vez. Después llegaron dos más, en 2015 y la eterna de Madrid en 2018, de la mano de Gallardo. Había mucha expectativa para que la quinta llegara este año pero deberá esperar. Ni siquiera con el regreso del Muñeco al banco se pudo torcer la historia.
Los hinchas de River merecían jugar la final. Lo demostraron con el histórico banderazo que hicieron el lunes, con más de 30 mil personas en el playón externo. Impregnaron esa dosis de energía que pidió el Muñeco.Y metieron un recibimiento apoteótico.
Había bengalas por todos lados y unos minutos después de las 21:30 se empezaron a encender. Fue en el momento en el que los jugadores empezaban a caminar por el túnel. Las luces del estadio se bajaron y quedó iluminado por el fuego de la pirotecnia. Era Navidad en el coliseo de Núñez. Y luego de unos minutos del show de bengalas, aparecieron los estruendos y más fuegos artificiales detrás de la platea San Martín. No se veía nada. Y en medio de todo ese humo aparecieron los equipos en el campo de juego.
El partido empezó 21.48, 18 minutos más tarde del horario pactado. Primero se demoró 15 minutos porque Atlético Mineiro llegó mas tarde al estadio por cuestiones de seguridad ya que tuvieron retenido al plantel brasileño un buen rato arriba del micro en la puerta del hotel del centro porteño en el que estaba alojados. Y otros 180 segundos más hasta que se disipara la humareda.
La ilusión de los hinchas de River, que calentaron la noche a puro canto en la previa y en el recibimiento al equipo, pidiendo por la Libertadores, se transformó en ansiedad desde que Wilmar Roldán pitó el inicio del encuentro. En los primeros minutos creció la expectativa ante cada avance del conjunto ‘millonario’. Pero hubo resignación al ver que la pelota salía desviada en cada remate al arco de Everson.
El ritmo en las tribunas fue bajando a medida que el equipo devolvía poco desde la cancha. En el campo de juego River era una película aburrida. Los movimientos se reiteraban, los centros se repetían y nadie hacía algo diferente. No se rompía el molde. Así, a Mineiro, bien escalonado para defender, se le simplificaron las cosas. Hubo temor cuando Deyverson casi aprovecha el error de Kranevitter y se festejó la atajada de Armani.
“Movete River movete, movete dejá de joder, que esta hinchada esta loca, hoy no podemos perder”, se oyó desde las tribunas, mitad aliento, mitad reclamo, cuando el equipo salió a jugar el segundo tiempo.
River entró dormido. Y el tiro de Scarpa en el travesaño y la posterior atajada de Armani a Deyverson causó pánico pero la salvada se buscó leer como una señal divina. Pero no. River siguió insistiendo sin éxito. “Se viene la banda de River, se viene la banda de River al Monumental», sonó con fuerza para intentar levantar al equipo. Los mejores minutos llegaron con la frescura de los pibes Mastantuono y Echeverri y del Pity Martínez. Everson le sacó dos remates de gol al Diablito. Mastantuono metió un tiro apenas desviado y a Pity se le fue muy cerca un tiro libre bien ejecutado.
“Oh yo te quiero, no me importa nada, te vengo a alentar”, gritó la gente para tapar el festejo de los jugadores de Mineiro y saludar a los suyos. Y con orgullo entonaron: “Soy de River, soy de River”.
A pesar del gran partido que los hinchas disputaron en las tribunas, la remontada no fue posible. Y por más que la fe mueva montañas, si no hay argumentos futbolísticos, la mística no puede resolverlos.