El goleador de fútbol tiene tal popularidad que la sociedad puede darle tratamiento de celebridad a partir de los 13 o 15 goles por temporada. En básquet hace falta más para tener visibilidad por encima de los 3,05 metros del aro. El mismo día en que Oberá Tenis Club anunció con bombos y platillos la incorporación del goleador de la temporada y presentó al chaqueño Agustín Brocal para pelear la próxima Liga Nacional, el escolta recibe a Clarín.

Está en Buenos Aires de paseo con su familia. Se cruza al supermercado chino a una cuadra del predio de La Rural, en Palermo, sin que nadie –otra diferencia con el fútbol- le pida una selfie. Fue el goleador del torneo durante todo el año, perseguido por el estadounidense Andre Spight, de Obras, que en la última fecha quedó como máximo artillero y mayor promedio de puntos por partido con 18,36. Brocal, quedó a menos de un punto con 17,61 y otro extranjero, Dominique Morrison, tercero con 17,11.

Su lugar en el podio habla de su capacidad: se destacó entre dos made in USA, que llegaron a la Liga como refuerzos, por una mensualidad superior a la que Zárate Basket, entonces su club, disponía para todo el plantel. Los contratos son otra diferencia entre fútbol y básquet. Después de la etapa regular de la temporada, como todos los jugadores que no siguen en los playoffs, Brocal quedó libre de elegir club.

Sonó mucho el teléfono y esta vez con mejores ofrecimientos que nunca. Primero viajó a Venezuela como refuerzo fugaz para el Guaiqueríes en los dos meses libres que tuvo antes de que en la Argentina los equipos comiencen sus pretemporadas. La vida de los jugadores de básquet no tiene contratos anuales… Ni para los goleadores.

A los 15 años, Brocal viajó de Chaco a Olavarria para perseguir su sueño en el básquet. Fotos Constanza Niscovolos A los 15 años, Brocal viajó de Chaco a Olavarria para perseguir su sueño en el básquet. Fotos Constanza Niscovolos

Pero no es estrictamente de plata. Todo empezó en Chaco. Después de jugar tenis, básquet y fútbol en simultáneo -incluso con un breve coqueteo con el rugby- se decidió por el aro. Hay un linaje en ese deporte, su padre, abuelo, hermano y primos lo jugaron, pero no fue ese el eje de la inclinación. “Era arquero. En la categoría éramos dos y un día la de más arriba necesitaba a uno y se lo llevaron a él. Me enojé, me retobé y dije ‘nunca más fútbol’ y me metí con todo a básquet”, cuenta y todavía le queda algo amargura.

El comienzo del recorrido fue en el club Villa San Martín, donde a los 13 años ya tenía una sensación parecida al secreto: quería ser profesional. Recién a los 15, cuando llegó el interés manifiesto de un club, se lo dijo a sus padres y consiguió el permiso para irse a vivir a Olavarría. La segunda parada, entonces, fue Estudiantes en la ciudad en la que vivió con otros chicos hasta que quedó solo y tuvo una independencia precoz que trató con reserva: tuvo la intuición de que si se hacía pública en Chaco se terminaba el recorrido.

“Por una u otra razón terminé viviendo solo sin las condiciones ideales para esa edad o el cuidado que necesitaba. Pero tenía bien en claro las cosas y me banqué muchas para para poder llegar al objetivo. Si se enteraban, me iban a hacer volver», admite. Entrenaba con su categoría y por su cuenta mientras terminaba el secundario. Cuando también se sumaron los ensayos con la Primera no había tiempo de ir a la escuela y la modalidad a distancia fue la solución. En 2018 ya daba que hablar en Estudiantes de Olavarría y se convirtió en el único jugador de la Liga Argentina, la segunda división del básquet argentino, elegido para participar del Juego de las Estrellas de Brasil al año siguiente.

Un adolescente en la primera de Estudiantes de Olavarría.Un adolescente en la primera de Estudiantes de Olavarría.

Con ese envión hubo sondeos y ofertas para pegar el salto. Pero los clubes que lo buscaban, además de pagarle un sueldo ,tenían que pagar algo así como el pase: los derechos formativos que reclamaba para dejarlo ir el club de Olavarría. Llegó el Covid-19 y cuando se abrieron las restricciones para el deporte con la modalidad de burbujas fue solo para los equipos de Primera. Entonces, cuando lo quiso por primera vez Oberá para Liga Nacional por el cupo de menores de 23, tomó una decisión sobre los 2.500 dólares que le permitían no solo jugar, sino cumplir el sueño.

“Compré el pase yo. Me prestó plata mi abuela. Después, con lo que iba cobrando, devolvía», recuerda. Así cumplió su primera etapa en la elite, pero no tuvo chance de mantenerse en ese equipo ni en la máxima categoría. Se prometió empezar de nuevo y planear una revancha de manera particular.

“Yo quería volver a la Liga pero ascendiendo con un equipo que sea deportivamente bueno. Y ahí arrancó toda la etapa de Zárate que para mí fue algo glorioso”, dice. ¿De qué habla? Del modestísimo Zárate Básquet al que llegó como refuerzo para completar el plantel de cara al Torneo Federal, dos categorías por debajo de la máxima. Cuatro temporadas más tarde, regresó a la elite y se convirtió en el goleador del torneo.

“Si te pones a mirarlo ahora que pasó un tiempo, es una locura. No sé si hay otros equipos que hayan que lo hayan logrado y con esa rapidez. Lo hicimos en cuatro o cinco años manteniendo prácticamente una misma base, porque no trajimos un equipo nuevo ni después de perder la primera final por el ascenso. No, mantuvimos la base y eso habla muy bien de todos, del proyecto y de la dirigencia que confió. Creo que el trabajo que hizo el entrenador Manuel Anglese fue extraordinario, fue el gran líder para que el proyecto tuviera el éxito que tuvo”, elogia.

Augusto, el hijo de cuatro años que come manzanas con entusiasmo y no lo cansa el vertiginoso ritmo porteño, es testigo del relato de su padre y apunta su propio recorrido. Dice que él comenzó con el básquet pero ya lo dejó y su presente está el fútbol. “Ahora me pongo a pensar qué les habrá pasado por la cabeza a mis padres cuando les dije tan chiquito que me iba ¿Qué habrán sentido? Son todas preguntas que ya no me hago como hijo o como hermano, sino como padre”, argumenta sin sacarle la vista al pequeño y a un paso de ejecutar la revancha completa cuando este lunes vuelva a ponerse la de Oberá, pero con un rol protagónico.

“No alcanzó una temporada para mi chance en la Selección”

Brocal y su sueño de ser convocado para la Selección. Fotos Constanza Niscovolos Brocal y su sueño de ser convocado para la Selección. Fotos Constanza Niscovolos

Con el deseo de ser profesional consumado hace tiempo, la motivación de Brocal se traza en otras direcciones. Hace poco que puede vivir como basquetbolista con mediana tranquilidad económica, pero todavía hay un aspecto que no parece estar saldado. La Selección es una idea fija que trata en ocasiones con ansiedad y oportunamente tranquilo.

-En el último tiempo se escucha con frecuencia que tu nivel está a la altura de, al menos, un seleccionado local ¿Cómo lo vivís?

-Me empezó a inquietar un poco la temporada pasada porque, como bien decís, los compañeros, la gente del medio te dice eso. Siempre fue un sueño, mi mayor sueño, y trabajo para eso. Después me empecé a tranquilizar un poco. La Selección está buscando involucrar jóvenes más que nada. Yo, si bien no me considero un veterano, siento que soy un jugador joven también. Hay un proyecto más a mediano y largo plazo con chicos que están afuera, y que por algo están, y me parece que está muy bueno también. Yo siento que para tener mi chance no alcanzó una sola temporada, porque no estuve en un proceso ni en una Preselección. Creo que hay que revalidar con otra buena temporada o con otras buenas temporadas. Hoy estoy tranquilo porque sé que depende de lo que yo haga en el equipo que me toque para poder tener una citación a lo que sea, preselección, selección o lo que toque.

-¿El otro salto es jugar en una liga, por ejemplo, europea?

-Existió la posibilidad de jugar más que nada en la liga italiana, pero se necesitan papeles de ciudadanía que no tengo. Y la realidad es que tampoco ese tipo de ligas me quitan el sueño o estoy loco por irme. Sí lo que quería para este para este año era mejorar lo deportivo, me refiero a ir a un equipo que a priori se esté armando para para pelear arriba. Por suerte lo pude conseguir.

-¿Por qué elegiste Oberá?

-Entre tantas cosas, fue porque me quedó esa espina y esas ganas de demostrarle a la gente que los minutos que yo quería. Bah, no sé si los minutos porque no pasa por ahí… Quiero demostrarle que es como, entre comillas, una revancha de aportarle esas ganas con la que me quedé en su momento como ficha U23. Eso fue una de las cosas por la que elegí y después creo que el club está muy bien, mantuvo una buena base de jugadores y el hecho de conocer la estructura y cómo trabajan, creo que te da tranquilidad en el día a día.

En su última temporada con Zárate Baket, frente a Obras.En su última temporada con Zárate Baket, frente a Obras.

-¿Qué significa ser el goleador en una estructura mucho más chica?

-En lo personal me deja tranquilo porque creo que termina un poco demostrando el trabajo que uno hace. No solo lo mío, sino también del grupo de trabajo, porque hicimos una gran familia. Después, siempre están los que hablan: «Fue goleador en un equipo humilde porque tuvo que tomar decisiones». Si bien tomé muchas decisiones, no creo que haya sido así: no dependíamos de mí. El que mira un poco básquet y entiende se da cuenta enseguida. Pero sí, es un lindo desafío el que viene y lo quiero tomar así porque voy a un equipo que, en nombres, a priori es mejor o se está armando para pelear otro tipo de cosas. Quiero revalidar la temporada que tuve. No sé si seré goleador, pero si quiero demostrarle a esa gente que por ahí sigue desconfiando de lo que hice en Zárate. Me alimento mucho de esas cosas y me gustan, me gustan más ese tipo de desafíos.

-¿Sentiste miedo alguna vez de no llegar a lo que te proponías?

-No. Creo que no me dio tiempo a que me de miedo porque llegué a los 14, 15 a Olavarría, estábamos en la tercera categoría. No jugaba, obviamente, pero entrenaba como un animal. Ascendimos a la Liga Argentina, empecé a tener minutos y al otro año era titular con 16 años. Se lesionó un muchacho y tuvo la oportunidad. Fue por mérito mío, estuve la altura en ese momento, pero no me dio tiempo a pensar si sentía que lo podía hacer porque ya estaba jugando, lo estaba viviendo. A los 16 jugaba como un profesional, como el que tenía 30 años. De hecho muchas veces me pasó lo opuesto, de estar un poco más quemado que el resto, de ver a los pibes lo que les pasaba: venían de Olavarría a la Ciudad y duraban dos o tres meses y se tenían que ir porque no aguantaban la exigencia. Por ahí sí me sentí cansado, pero era una sensación que no podía hablar con nadie. Hoy en día al tener psicólogo deportivo es otra cosa. A los 16 o 17 años, ser el titular de un equipo y estar todo el día entrenando, es como estar todo el día al palo. No tenía a nadie con quien hablarlo. Las emociones, lo que me pasaba, era correrlas, como cambiar de canal o apagar la tele y seguir un camino en línea recta. Nadie me sacaba de ahí. Hoy en día creo que soy lo que soy gracias a eso, pero nunca me dio ese miedo de no llegar porque ya estaba, pero estaba jugando.

-¿A esta altura, te sigue gustando el básquet?

-La injusticia, por ahí, que hay en todos lados me disgusta. Pero que no depende de uno, ni tiene que ver con el deporte o su esencia. El basquet me encanta. Me encanta levantarme todos los días, ir a entrenarme, exigirme al máximo. Muchas veces me cuesta, es una realidad, pero las personas que consiguen grandes cosas tienen un poder de exigencia o de auto conducta muy, muy, grande. Me encanta la competencia. En realidad, me encanta competir y me encanta ganar. He aprendido mucho de perder también, aunque no me guste…

Agustín Brocal, el goleador de básquet que vive su sueño desde los 15 años.
Fotos Constanza Niscovolos Agustín Brocal, el goleador de básquet que vive su sueño desde los 15 años.
Fotos Constanza Niscovolos



Fuente Clarin

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *