La memoria en el fútbol sigue siendo colectiva. En breve, por dos sábados consecutivos, el primer gol olímpico de la historia será recordado al cumplirse 100 años de su conversión. Y fue en estas tierras, en el barrio de Barracas, en una cancha que ya no existe y por uno de los jugadores más famosos de la época, Cesáreo Onzari, crack de Huracán y la Selección Argentina, cuyo nombre resurge como el ave fénix siempre ante cada gol que se convierte directamente desde un córner.
Primero, este sábado 29, tendrá como organizadores a la Junta de Estudios Históricos de Barracas y al grupo de Historia AFA. La invitación reza: “Gol Olímpico. Conmemoramos el centenario del gol olímpico de Cesáreo Onzari con la participación de destacados historiadores”. La celebración iniciará a las 10 de la mañana y anunciaron que se suspende por lluvia. Se hablará de cómo evolucionó el reglamento hasta el cambio que transformó en el tanto del jugador argentino en el primero en su rubro, de la historia de Sportivo Barracas, la Selección y, por su puesto, Onzari y Huracán. El lema es «La historia nos une».
También juntaron fuerzas y memoria para hacer una especie de arqueología futbolera los responsables de la Casa de los niños y las niñas en Villa 21-24, el antropólogo Pablo Valerio y Gabriel Moscovici, con Guadalupe Vázquez, gestora cultural e integrante de la Asociación Amigos del Tranvía y el grupo Arqueoterra, una cooperativa de arqueólogos. Todos bajo la consigna Festigol.
En esta cuestión es clave la participación de Vázquez, ya que ella vive en Barracas, en una casa que tiene un patio en la que se encontraba justo el córner opuesto al tiro de Onzari. Allí los profesionales excavarán y buscarán restos de la vieja cancha de Sportivo Barracas. Además habrá recreaciones del gol, juegos para infancia vinculados al gol olímpico, rompecabezas alusivos, se pintarán murales, tocarán grupos de tango y orquestas infanto juveniles.
¿Qué sucedió hace 100 años en el barrio de Barracas? Argentina y Uruguay ya era el clásico rioplatense y sudamericano. Y la Celeste venía de ganar la medalla de oro en los Juegos Olímpicos de París. Además de la rivalidad en los Sudamericanos, también jugaban anualmente dos copas (Lipton y Newton) y amistosos. El 21 de septiembre jugaron en Montevideo e igualaron 1-1. La revancha, con una enorme expectativa, comenzó una semana después, el domingo 28. Apenas se jugaron 4 minutos y el árbitro lo suspendió.
¿Quedó chica la cancha? No, todos querían ver a los campeones olímpicos. Cuenta el historiador Leonel Contreras en su libro Buenos Aires. Fútbol: clubes, canchas y estadios en la Capital, de 2008: “La cancha de Sportivo Barracas tenía su entrada por Iriarte 2870. Poseía una tribuna techada, de madera y cinc sobre la calle Luzuriaga. El vestuario era modernísimo para esos tiempos, construido varios metros bajo el nivel del piso. Sobre ellos se levantó una terraza con balaustrada donde fue habilitado el palco de periodistas. Las graderías laterales eran casi terraplenes, un terreno de plano inclinado con piso de carbonillo que se dividía en anchos escalones. La cabecera de la calle Río Cuarto no tenía tribunas, hallándose un par de metros sobre el nivel del campo de juego, el que estaba rodeado por un foso, protegido por una cadena de postes. Su capacidad, 33.000 espectadores, era muy superior a cualquier otro campo de fútbol existente en el país en ese momento, con lo cual fue lógico que allí se comenzaran a jugar los principales encuentros”.
Sin embargo, se vendieron 42.000 entradas (35.000 populares a un peso y 7.000 plateas a tres pesos). Sumando los invitados, los socios y los colados -que también existían en aquellos años veinte-, ese día hubo 52.000 personas para el diario La Nación y casi 60.000 para La Razón. Para muchos, fue fácil saltar las cadenas bajas o el foso, y por eso había una inmensidad de gente dentro del campo de juego. No se podía jugar y el árbitro lo suspendió.
Por eso se jugó el 2 de octubre y para evitar nuevas invasiones, se dispuso un alambrado perimetral alrededor del campo de juego. Desde entonces, en el Río de la Plata se denomina alambrado olímpico. Porque se jugaba contra los campeones olímpicos, que ya habían dado la vuelta olímpica saludando al público en Colombes y la repitieron en Montevideo y en Buenos Aires.
El gol olímpico fue otra historia. Para ese segundo encuentro, se restringió la cantidad de entradas y se aumentaron los precios: se vendieron 15.000 populares a 2 pesos y 5.000 plateas a cinco. La concurrencia se estimó entonces en 30.000 espectadores.
La International Board, el organismo legislativo del fútbol mundial, realizó una modificación clave el 14 de junio de 1924. Desde ese momento, el tiro de esquina, que era indirecto, pasó a ser directo. Por lo tanto, un gol logrado desde el córner pasaba a ser válido. La novedad se difundió de inmediato. Ricardo Vallarino, árbitro uruguayo, estaba al tanto cuando le tocó dirigir el clásico rioplatense aquel 2 de octubre.
A los 12 minutos del primer tiempo, Onzari ejecutó un tiro de esquina que superó al arquero Andrés Mazali. La foto registrada por la revista Caras y Caretas (le dedicó cuatro páginas a la cobertura, que se comparten en esta nota) es emblemática. Hubo protestas de los uruguayos por una supuesta falta de Manuel Seoane a Mazali. Pero Vallarino convalidó la jugada. Argentina ganó 2-1 y desde entonces ese tipo de gol se denomina, por esta latitudes, «olímpico» porque fue anotado ante los campeones olímpicos.
Los goles de tiro libre directo del córner siguen siendo una rareza. Incluso, Lionel Messi, que los hizo de todos los colores, nunca hizo uno olímpico. Y el torneo Nacional de 1973 tiene un récord aún no igualado: hubo 8 tantos así, de los 719 que se hicieron en los 213 partidos. Daniel Aricó, de Rosario Central, hizo tres. Al año siguiente anotó uno más y es el único futbolista que marcó 4 goles olímpicos en el fútbol profesional.
Otro detalle histórico. Antes del cambio de la norma que prohibía el gol directo de córner, en 1875, hubo un gol desde el tiro de esquina. Según logró confirmar el historiador Jorge Gallego del Centro para la Investigación de la Historia del Fútbol (CIHF), el 13 de marzo de 1875 se convalidó un gol directo desde la esquina, en la final de la 4ª edición de FA Cup entre Old Etonians FC y Royal Engineers FC (1-1).
Su autor fue Alexander George Bonsor, a los 30 minutos, favorecido por una ráfaga de viento. Luego, la IB, que sigue con la potestad de modificar las reglas, impuso una nueva a partir de 1875/76 y la levantó en junio de 1924. Y el primero en el rubro, convalidado por la nueva reglamentación, fue el de Cesáreo Onzari, para ser recordado por siempre.